(Nota: Debido a la longitud del texto de esta entrada he preferido crear una especial (Tercera parte de esta serie) dedicada exclusivamente al aspecto visual (en videos) del cambio y preparativos que tuvo Pekín antes de los olímpicos.)
Venir a Pekín y vivir los Juegos Olímpicos en esta ciudad se convertía en la realización de un sueño infantil roto. 40 años después se repetía en mi personal experiencia el mito de una espiritualidad armoniosa de los juegos; llegaba a ver la nueva realidad ya desmembrada en un conjunto de ideas críticas que además, debo admitirlo, estaban bañadas de una total desconfianza en sus organizadores, el Comité Olímpico Internacional, el gobierno de la República Popular de China y las empresas comerciales que los apoyan.
Las continuas notas sobre la manera en que Pekín preparaba los juegos y los recuentos de amigos que vivían ya en la ciudad desde años atras me habían introducido plenamente en el ambiente que precisamente el gobierno chino no quería que tuviéramos ni pensáramos (el gobierno chino tiene la buena costumbre de señalar líneas de pensamiento a quien sea y en donde sea).
Los planes para la fiesta eran impresionantes e incluían todos los ámbitos de la vida si no de toda China sí de Pekín misma: la infraestructura de la ciudad, el clima, la gente, los atletas, la seguridad y la cultura.
La ciudad
Habría que convertir a Pekín antes del inicio de los juegos en spot de primer mundo: vías de comunicación, complejos habitacionales, estadios, gimnasios, hoteles, centros comerciales, y lograr algunas construcciones íconos del progreso chino. Una larga lista de transformaciones debían darse entonces en donde ya una ciudad estaba asentada.
En tres años ví caer enormes complejos habitacionales de la era comunista y levantarse en el mismo lugar nuevos, lujosos y modernos complejos donde no vivirían los mismos habitantes de las vetustos edificios donde se hacinaban en un solo departamento tres o cuatro familias, sino la nueva emergente clase media y alta de la nueva china. En menos de tres años se construyeron aproximadamente 10 enormes centros comerciales con miles de tiendas provenientes de todas partes del mundo. Vi inaugurase un aeropuerto, tres líneas de metro, el Centro Nacional de las Artes conocido como “El huevo”; vi construirse la maravillosa torre del centro de operaciones de la CCTV (la cadena oficial de televisión china), el parque olimpico con el estadio Nacional (el nido de pájaro) y el estadio de natación (el cubo de agua), y la torre de 81 pisos del centro Mundial de Comercio (WTC); observé cómo se remodelaron hutones (y cómo se destruyeron muchos), y cómo se remodelaron y reinventaron calles con un pasado imperial (Qianmen); ví cómo se repinto la ciudad prohibida y el templo del cielo, los corredores y las torres del palacio de verano, la academia de Confucio, y decenas de pequeños sitios de interés turístico.
El ruido de las máquinas, de las explosiones en las zonas de construcción, las voces de los trabajadores mismos me acompañó durante al menos dos años y medio.
Hoy me maravillo de la rapidez de aquella transformación, de la arquitectura de algunos edificios, y a la vez me pregunto por el destino de aquellos miles que fueron desplazados y también de aquellos miles que vi trabajar en condiciones deplorables. Yo, viniendo de un país como México conozco esas condiciones de trabajo perfectamente.
La escenografía del espectáculo, del gran teatro sería fastuosa, inigualable...
El Clima
China prometió realizar unos juegos ecológicos, con aire limpio y puro, con edificios construidos con materiales no contaminantes y energías renovables. Cumplir eso sería posible por una parte (en el caso de las construcciones) e imposible por la otra (el aire limpio y puro).
Recuerdo mi respuesta a la pregunta de un empleado de la embajada de México en China sobre cómo yo veía Pekín apenas llegando a ella, gris. Viniendo de Beirut donde el sol y el cielo claro se dan por 300 días al año, la contaminación de la capital china eran para mí más que evidentes. Con fábricas contaminantes dentro de un valle de cientos de kilómetros, millones de autos y un uso indiscriminado del carbón como medio de calefacción y de combustión, parecía imposible que los organizadores y el gobierno chino cumplieran con esa promesa de aire limpio y puro. Me sonaba a que debía haber una solución engañosa; y así lo fué.
Aún cuando la preparación para evitar los contaminantes estaba programada en los planes de gobierno, los avances para el verano de 2008 serían mínimos, inevitablemente la prioridad era el crecimiento económico en detrimento de la calidad del aire; entonces la solución se dió con cierta esperada lógica, si la fiesta iba a durar dos semanas (o un mes inlcuyendo los paralímpicos), cortar el movimiento vehicular a la mitad, cerrar por un mes la fábricas a 30 kilómetros alrededor de Pekín y parar toda construcción dentro de la ciudad ayudaría a lograr el objetivo teatral, el engaño de un cielo limpio.
Para la primera semana de los olímpicos tuvimos cielos claros y un azul nunca antes visto; no cansancio excesivo debido a la contaminación e incluso una temperatura considerablemente mas baja que en otros años.
Pareciera que esta solución “de paso” daba un marco “de paso” al teatro por venir.
La Gente
El gobierno lanzó una enorme campaña para buscar que los chinos fueran más educados y civilizados. Campañas contra el escupir se han dado en China al menos desde la llegada de los comunistas al poder, pero tan arraigada ésta como otras costumbres higiénicas y civiles tan diferentes a las de occidente (hacer cola para entrar a un lugar, por ejemplo), la batalla contra el tiempo parecía perdida sin una mayor educación y sin la costumbre de la humillacion social que realizar dichos actos representa en otras sociedades.
Pekín con una población local favorecida por el crecimiento económico y la responsabilidad cívica de ser la ciudad sede y representante de toda China durante los juegos necesitaba un poco de esa campaña para lograr la actitud requerida, pero el problema en realidad eran los millones de trabajadores inmigrantes, chinos también, pero con residencia en otras provincias que están permanentemente en la ciudad. La falta de educación, de contacto social y responsabilidad cívica (dedicados pues a buscar trabajo y dinero para mantener a sus familias que viven en la miseria) hacía prácticamente imposible que hubiera un cambio tan radical en la conducta social de todos. La solución como en el clima debió darse de manera temporal también, con otro engaño escénico: el gobierno decretó la salida de todos, absolutamente todas las personas que no tuvieran residencia legal en Pekín, y esos millones tuvieron que salir por un mes, como las fábricas y las construcciones.
El casting de los extras para la gran puesta en escena se había logrado con éxito.
Los Atletas
Aún cuando la prepararación de los deportistas para la olimpiada parecería una contradicción a mi idea de la puesta en escena creada para dos semanas de juegos olimpicos, en realidad es, como en el caso de aquello construído expresamente, un doble juego. Es una inversión que le da al país un resultado concreto a largo plazo (medallas y medallas de oro y gloria a los chinos, claro), pero también es un medio para ensalzar ideas e imágenes requeridas por el gobierno y su política.
La política de medios para presentar a los deportistas chinos estuvo cargada de un indiscutible sentido de nacionalismo y enaltecimiento de lo chino como raza: cada uno de los deportistas era fotografiado cuidadosamente para verse hermoso, fuerte, grande, poderoso; eran maquillados, vestidos con las mejores ropas deportivas, presentados semidesnudos y mostrando su musculatura; sus carreras eran enaltecidas, su esfuerzo, sus posibilidades de ganar. Sin saberlo con seguridad me atrevo a decir que no fue permitida ninguno tipo de crítica o nota negativa; todo era esperanza, deseo de ganar, elevación de sus capacidades.
La propaganda deportivo-nacionalista fue provechosa, los chinos se situaron a la cabeza del tablero de medallas, a excepción de que se gastó demasiado tiempo y dinero en estrellas que no lo fueron (Yao Ming y Liu Xing), y en la terrible sorpresa que en la memoria del mundo quedará Pekín como la gloria de las 8 medallas de Michael Phelps y las tres del jamaiquino Bolt sin un gran nombre de atleta chino para la recordar.
La Seguridad
Vivir en China es vivir en un país seguro, la delincuencia es mínima y en general el terrorismo no ha hecho su aparición, a excepción de algunas regiones bien focalizadas por el gobierno. Los medios de comunicación son controlados en gran parte por el estado, el gobierno marca las pautas de lo que no hay que decir y a veces de lo que hay exactamente qué decir o dejar ver. Lo mismo para el arte y la educación, ni hablar de la política o la religión. La libertad existe dentro de los cauces que el gobierno, legítimo detentor de la soberanía nacional, dicta; la ley se marca dentro de esos parámetros; es entonces que la seguridad adquiere rangos mayores.
Nunca antes había visto tantas medidas de seguridad (y vaya que he estado en Londres y Nueva York en los momentos de mayor paranoia debido al terrorismo). La ciudad sitiada por las fuerzas de seguridad, no dejando entrar o salir personas ni objetos sin permiso expreso, visitando cada casa y tocando puerta por puerta para revisar si todos teníamos nuestros papeles en regla (yo tuve que salir a Tailandia para sacar mi nueva visa); los clubes nocturnos seguros, sin drug dealers ni prostitutas a la vista de todos.
Una vez más, la puesta de teatro duraría dos semanas (o un mes) y todo debía pasar sin conflictos, y así fue. No hubo violencia común (más allá de un infortunado incidente con un estadounidense asesinado a puñaladas), no violencia política (minúsculas protestas), y no terrorismo (al menos en Beijing).
Mi camino al estadio olímpico el día de la clausura estaba dirigido por tres claras líneas de seguridad: los voluntarios que me decían por donde ir y por donde no; la policía que me detenía si llevaba un camino erróneo; y los militares que como muñequitos de juguete permanecían serios, firmes y en su puesto, al fondo. Aún cuando eras libre de expresar tu gusto, era inevitable una sensación de intimidación de tu libertad de actuar, y me preguntaba ¿hasta dónde estoy dentro de la legalidad que estos señores han dictado? ¿en qué momento me pasaré de la línea? Al menos hasta el final de los juegos no fuí un peligro a la seguridad, y estoy contento que así lo fue.
La Cultura
China creó la actual politica cultural a partir de los acontecimientos de Tian’anmen, después de la experimentación y reapertura de las artes en la era de Den Xiaoping, la masacre de Tian’anmen marcó de manera total el ámbito cultural chino. La gran mayoría de los iniciadores y sostenedores del movimiento habían sido artistas, poetas, escritores, gente de artes escénicas que se dieron a un sueño que millones habían tenido en 1968, y que a China llegaba a más de 20 años de distancia con sus claras particularidades.
La respuesta a todo ello, entre otras áreas claro, fue un control impresionante sobre todo “mensaje” directo u oculto proveniente dentro de una obra artistica. Como en los medios de comunicacion, las artes tenían un código no escrito en donde el gobierno permitía pasar la obra al público dependiendo de la obra misma.
El gobierno chino ha entrado al juego de la libertad y del castigo cuando se sobrepasa esa libertad. El artista debe ser bastante sensible y sensato para saber qué escribe, qué filma, qué edita o qué pinta, y tantear hasta dónde se permite la mirada y el ojo, y vivir con ello.
Los preparativos entonces cubrían dos ámbitos, lo permitido y lo no permitido culturalmente. Dentro de lo permitido estaban la artes tradicionales, la televisión, la danza, la artes visuales, el teatro de comedia y musical, y el cine comercial enaltecedor de la historia y la nación china. Zhang Yimou fue escogido como el director de escena y creador de los espectáculos de inauguración y clausura, y fue escogido por ser un redimido de la nueva China; famoso por sus primeras incursiones en el cine, y acusado por el gobierno de aquella época de envenenar la imagen de China en el exterior, es a partir de la nueva política cultural que se acerca al gobierno y comienza una maravillosa carrera de enaltecedor de la nación China, de su historia y de sus logros; hoy por hoy es “acusado” por muchos por ser la Leni Riefensthal del partido comunista chino.
Dentro de lo no permitido estaría entonces... todo lo demás.
*
Tantos preparativos y en tan poco tiempo habían convertido a la vida cotidiana de un habitante de Pekín en algo verdaderamente surreal; aquello que estaba un día desaparecía al otro, lo censurado unas semanas atrás de la nada se abría para estas dos semanas de juegos (mi Blog es una de esas sorpresas); sin trabajadores inmigrantes Pekín se había convertido en una ciudad limpia, civilizada, educada, afable; el aire estaba respirable y se veían plantas por todas partes; todo era seguro, sin excesos, sin protestas, sin alteraciones del órden, sin putas accesibles ni saunas gays; sí, estaba enloqueciendo de la sorpresa y la rareza del ambiente. Lo estaban logrando... por dos semanas.
¿Podía dejar de pensar en el teatro, y en especial en ese teatro que tranformaba el mundo “visible” de las grandes capitales entre los siglos XVI y XVIII en occidente?
La idea continuamente volvía a mi mente, la idea de ese Gran Teatro del Mundo del barroco que transformaba ciudades estaba trabajándose en Pekín. (1)
(1) Por supuesto, y eso lo trataré en la siguiente entrada de la serie, los chinos poseen una larga tradición de teatralidad en lo social, con una obsesión por mostrar con toda artificialidad la mejor cara a los visitantes , ocultando y borrando todo trazo que pudiera prestarse a crítica.
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