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martes, 18 de octubre de 2011

Crítica de Bjørnstjerne Bjørnson al joven Henrik Ibsen

El joven Henrik Ibsen (1861)

El joven Bjørnstjerne Bjørnson (1860)

El joven Henrik Ibsen era inseguro, colérico y de una fealdad física un tanto remarcable para sus contemporáneos, su personalidad carecía de valor para muchos, como nos describe Olev Arvesen cuando acostumbraba ver a Ibsen "entrar al café L'Orsa's puntualmente a las 2 de la tarde a tomar su café y leer los periódicos extranjeros", alrededor de 1858:

"Que este hombre, con el abrigo viejo y raído, desgastado sombrero de mormón y semblante totalmente humilde, se convertiría en uno de los más grandes hombres de Noruega y Escandinavia misma, era un pensamiento inimaginable." *

Pero a la vez Ibsen poseía un gran talento para la poesía, gustaba de hacer teatro y tenía un sueño-ambición: ser el mejor y más reconocido escritor de su país.

Pero en el año 1859, a sus 31 años e iniciando su vida como dramaturgo, director de teatro y poeta el éxito no se había hecho presente como él lo esperaba. Era entonces  Bjørnstjerne Bjørnson quien lidereaba la juventud de exitosos escritores en Noruega, y es él a quien Ibsen veía como al que se debía destronar; así, sus primera luchas estuvieron cargadas de malos entendidos, celos y suposiciones que sólo iban en detrimento del mismo Ibsen. Aún, el omnipotente dramaturgo del realismo, no se había creado su gran máscara de soberano de la literatura, frío, calculador y sabio.

Bjørnson, a partir de un pequeño escándalo sobre el fracaso de una de la primeras piezas de Ibsen, Los Vikingos en Helgeland, escribe una carta a Clemens Petersen dándole cuenta del ambiente que se reinaba alrededor del joven dramaturgo, sus inseguridades y la opinión que él, Bjørnson, tenía del apenas unos años más joven Ibsen. Es curioso el tono de seguridad que tiene Bjørnson en esta carta, más cuando al final de su vida, todo comentario alrededor de Ibsen estaría lleno de amargura debido a la altura a la que su antiguo “pequeño” (así lo llamaba) competidor habría de llegar.

Carta de Bjørnstjerne Bjørnson a Clemens Petersen. Bergen, 5 de marzo de 1859:

“La obra (Los Vikingos en Helgeland) no ha tenido éxito, sin embargo lo puede tener con el tiempo (...) Ibsen tiene una pequeña banda de admiradores encabezados por el Nyhedsbladet. Pero cada vez que ha tenido que enfrentarse al público todo va mal y yo he debido salir en su ayuda ya dos veces, porque Ibsen, a pesar de todos sus defectos es un poeta. Y espero que algún día se dé cuenta de ello y mande a volar este condenado pastiche. El día que Ibsen admita que es pequeño se va a convertir en un poeta totalmente encantador. Yo se lo he dicho muy claramente pero el resultado son celos. Se ha dedicado a hacer una serie de cosas para molestarme, y lo sigue haciendo. Está enojado porque no puse sus Vikingos en Helgeland en mi repertorio. (...) No he leído su poema “El grito de la gaviota”, pero he escuchado que es un tanto sentimentaloide y que lo escribió principalmente porque una revista danesa había dicho que él valía menos como escritor que yo. Ese es el tipo de cosas que distraen a Ibsen de lo que debe y tiene que hacer. Mi punto es que, siendo un hombrecito pequeño y con actitudes de gnomo, sin pecho y sin trasero, se siente que no tiene más talentos y se esfuerza espantosamente en demostrar que los tiene cuando escribe. No escribe lo que realmente le gustaría y podría escribir.”


Son palabras muy duras que, viéndolas en su contexto, están llenas de verdad sobre el pequeño impulsivo, inseguro y en momentos estúpido Ibsen. Pero vistas ahora, amás de 100 años de distancia y con el peso de la historia, sólo podemos leerlas en detrimento del gran Bjørnson: nos describen la gran ironía de la relación entre estos dos escritores. Aquellos defectos e inseguridades llevaron a Ibsen a superarse y volverse no solo el más importante escritor de Noruega en su época sino uno de los más grandes escritores de la humanidad.










*Traducción del autor, del orgiinal en inglés: "That this man with the threadbare coat, old, soft mormon hat and profoundly unassuming mien would become one of Norway's and Scandinavia's greatest men was an unimaginable thought." (Michael Meyer, Ibsen's Biography)
 
* Traducción del autor, del original, en inglés: "The play (The Vikings at Helgeland) hasn't succeeded, though it may seem from a distance to have (…) Ibsen has a little clique of admirers headed by Nyhedsbladet. But every time he has to face the general public everything goes wrong and I've had to go to his aid twice, because Ibsen despite his aberrations is a poet. And I hope some day to get him to be himself and turn away from all this damned pastiche. The day Ibsen admits he is small he'll become a perfectly enchanting poet. I've told him as much pretty plainly, but the result is, he's jealous. He's done all sort of little things to annoy me, and does still. He's angry that I haven't put The Vikings at Helgeland into my repertory. (…) I haven't read his poem 'Gull Cry'; I've heard it's rather affected stuff, and was written largely because Danish monthly said he was lesser writer than me. Now that's exactly the kind of thing that always distracts Ibsen from what he ought to be and do. The point is, he's rather small and gnomish little chap, with no chest or rump, so he feels that as he has no other gifts he has to strain most frightfully when he writes. And so he doesn't write what he'd really like to, and could."
Ibsen Biography. By Michael Meyer. Double Day, 1967. Page 161.
 




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sábado, 27 de marzo de 2010

Antiguo documento con imágenes de una representación de danza Bugaku




Compartiendo un grupo de fotografías (y un video) tomadas durante mi visita, en 2008, al Museo Nacional de Japón en Tokio: un antiguo rollo con imágenes de una representación de danza Bugaku. Publico además otro video (éste no mío) como un ejemplo de esta danza japonesa de corte durante una ceremonia religiosa en el Japón moderno.





miércoles, 9 de enero de 2008

Sarah Bernhardt y Eleonora Duse. El Documento Audiovisual en la red y comparaciones de una forma extinta de actuar...




El Documento Audiovisual en la red.

El pasado se olvida; el pasado se pierde en el olvido. Recordamos la grandeza, nos quedamos con los resultados; el recuerdo se vuelve un grupo de imágenes vagas que se nos cuenta del éxito, del gusto por algo o alguien; imágenes vagas de los escándalos y de lo que fue explosivo en las generaciones pasadas. Los detalles se pierden en el fluir de la vida. Sólo los documentos son claros, Foucault lo sabía, aquél poeta que ejercía como filósofo creía en ellos, era la única manera de asirse a una realidad que se pierde en la interpretaciones, en las calificaciones y los juicios.

El arte de la actuación, en algún momento sólo parte del teatro (un arte efímero), está llena de documentos intangibles... o inexistentes. Algunos hablan de lo que vieron, algunos critican lo que veían, algunos dan consejos sobre su juicio a lo visto, algunos dibujaron poses extraordinarias, cómicas, icónicas. Sin embargo hasta nuestro siglo XX los documentos teatrales de occidente no tenían movimiento alguno.

Nuestras tradiciones escénicas mantenían únicamente en el Ballet la posibilidad de transmisión de una puesta en escena completa, ninguna otra manifestación teatral sin embargo no podíamos definir con claridad la forma de actuar esa puesta en escena. Nuestro teatro era una tradición que se perdía cuando moría la memoria del espectador. Sólo le quedaban las palabras y los dibujos.

Las tradiciones escénicas de oriente mantenían o buscaban mantener la actuación pura de los grandes a través de la transmisió directa de la enseñanzas y la imitación, así podemos creer (pues nada puede asegurarlo del todo) que Mei Lanfang, por ejemplo, en el Pekín de 1930 tenía la misma manera de actuar de los grandes maestros de principios del siglo XVIII, sin embargo él mismo era un creador y revolucionario que añadió, corrigió y suprimió varios puntos técnicos de esa tradición (movimientos, coreografía y actitudes usadas con anterioridad).

Se dice que el Kunqu que vemos hoy en día es una línea directa casi igual, a aquella del siglo XVI en la China de los Ming; pero seguimos sin ver al actor del siglo XVI, vemos al actor del siglo XX manteniendo viva la tradición.

Podemos casi asegurar que la actuación del Noh en un teatro actual de Tokio tiene mucho de aquello que se hacía en el 1700 japonés, una vez más, como en el Kunqu, los actores son modernos, los maestros, los otros, han muerto, no los vemos. Sin un documento claro no hay seguridad ante nada. Son documentos vivos de muertos. Zeami no está en un actual actor japonés de Noh.

La actuación, el arte de la actuación, tiene un documento válido hasta la llegada del fonógrafo y de la cámara de cine; es entonces que el teatro y la actuación como tal pueden ser documentados directamente en la acción y en el movimiento, y mantenerlos como tal; es entonces que podemos hablar con mayor seguridad de cómo es que actuaban los grandes de principios o mediados del siglo XX porque fueron grabados, filmados, videograbados, y podemos asegurar entonces que son documentadas las grandes estrellas de hoy y serán documentadas los grandes de la escena en el futuro.

Es cierto el comentario de que “nada será como el teatro en vivo”, que “un video no suplirá la escena”, pero la pretensión no es suplir el teatro y su viveza, sino exponer el documento que muestra fria y claramente la técnica de la obra creadora, una serie de movimientos corporales y sonidos emitidos por el artista y que conforman en su conjunto “su actuación”.

Aprender a usar esos documentos no es ni será cosa fácil; hemos tenido medios de comunicación durante ya más de cien años pero pocas escuelas o centros de investigación los usan más allá que de archivos. Los investigadores siguen hablando con limitaciones técnicas de los que han visto, seguimos escribiendo sólo libros, narrando todo con palabras, mostrando fotografías cuando hablamos de eventos de movimiento, de acción y de sonido.

Puedo recordar el mito que se hizo en mi vida el hablar de Grotowski, de sus actores, de su trabajo; interpretación tras interpretación, leyendas de su proyección corporal, de su voz, de su entrenamiento actoral. Puedo recordar también la primera vez que ví y escuché una función filmada del Teatro Laboratorio de Grotowski, mi mundo cayó en la realidad, ya no mitifiqué su trabajó lo ví en línea directa.

El mundo vive gracias al uso del Internet una “democratización”, ligada al consumo es cierto, de toda la documentación audiovisual; una democratización que no ha sido dejada de lado por muchos interesados en exponer aquellos documentos ocultos en otro tiempos, hoy a las manos de todos. (1)

Es ésta mi actual pasión: revelar esos documentos que flotan en Internet, compartir y exponer los mios propios y disfrutarlos, analizarlos, desmitificarlos.

No veo mejor manera de entender el trabajo de un artista sino es experimentándolo como espectador; todo análisis de cualquier evento escénico debería ser documentado para acercar lo más posible a esa realidad al no espectador del evento efímero. No conozco ningun otro medio mejor para lograrlo en la actualidad que el video.

No tengo sólo las pinturas de Picasso filmadas, tengo, gracias a un director francés, a Picasso mismo pintando ante la cámara, en vivo, exponiendo su manera de pintar, sus pasos para lograr imágenes, mostrando su destreza, sus trazos, su línea de trabajo. Gracias al video no necesito ver una copia en formato de cine en un lugar que la posea con celo. Gracias al Internet puedo ver esas imágenes cuantas veces yo quiera, esté donde esté si hay una computadora y conección cerca.



Comparaciones de una forma extinta de actuar...



Escribo aquí por el pasado, el mayor pasado posible de documentar en el arte del actuar.

La actuación del siglo XIX tenía estrellas teatrales con una fama simplemente imposible de alcanzar hoy en día para los actores y actrices de teatro; sin ninguno de los medios electrónicos de comunicación desarrollados durante todo el siglo XX, los actores de teatro, los cantantes de Opera y los escritores vivían momentos de gloria con un público que sólo ahora reconoceríamos con cantantes pop o actores hollywoodenses.

Stanislavski dedica varios capítulos de sus obras a actores y actrices que consideraba geniales en su proyección y técnica y que ahora nos es imposible evaluar, ni siquiera observar; la misma revolución en la actuación provocada por el Teatro de Arte de Moscú a muy principios del siglo XX es imposible de observar sino en fotografías de estudio en su mayoría.

No es sino hasta que las estrellas teatrales deciden filmar y grabar sus trabajos que nos llega ese precioso documento a nuestros ojos y oídos.

¿Qué podemos hacer con escenas actuadas de Sarah Bernhardt en 1912? ¿Qué podemos hacer con escenas actuadas de Eleonora Duse en 1916? No con su fama, no con lo que nos contaron de ellas, sino con lo que vemos.

¿Qué podemos escuchar con la voz de Sarah Bernhardt grabada en 1910?

El tesoro de la información, el juego de comparaciones que creo es posible realizar con estos documentos y nuestra actual visión de la actuación puede dar lugar a cambios interesantes, a análisis de mayor precisión.

¿Podemos imaginarnos un mundo que alababa una actuación como genial cuando ahora verla sobre la escena sólo nos movería a risa, a burla y sería motivo de un juicio negativo, considerándola como con mala técnica o incluso falta de talento?

¿Podemos pensar un poco en el por qué consideramos nuestra manera de actuar como una evolución y no en una reacción a un código demasiado usado?

Mis preguntas se detienen ahora, y dejo paso al documento. No más palabras.

Haz con ellos lo que te plazca.


Videos de films con Sarah Bernhardt y Eleonora Duse








Grabaciones de la voz de Sarah Bernhardt:

(INSTRUCCIONES: Puedes hacer click en la primera frase e ir a la página de Internet donde está el link del sonido y escucharlo ahí. Puedes también hacer click en "Escuchar en mp3..." abriendo otra página para que aparezca tu "player" y escuches la grabación)


Sarah Bernhardt. "Phèdre" (Fedra) (1910)

Escuchar en mp3 Sarah Bernhard: Phédre.





(1)
Una gran parte de aquella filmación de Akropolis se encuentra circulando en algunos sitios de internet. En México por ejemplo, las copias originales las guardan sus “dueños” con total celo.

Akropolis (dirección Jerzy Grotowski)

El Príncipe Constante (dirección Jerzy Grotowski)



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