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viernes, 5 de septiembre de 2008

Juegos Olímpicos de Beijing 2008: "El Gran Teatro del Mundo" en Pekín 2008 (Cuarta Parte) La vergüenza de formar parte de un teatro de propaganda.




Camino bajo un bellísimo cielo azul, en una temperatura agradable y respiro con suavidad, profundamente, siento el aire limpio que entra a mí. Llevamos sólo unas cuantas semanas con días como éste y pareciera, quisiera, que así hubiera sido siempre.

Las imponentes edificaciones siguen siendo marco de una grandeza que no está por venir sino que ha llegado, y que quiere quedarse por mucho tiempo.

Soy un testigo vivo de una fiesta de dos semanas, fiesta que prepararon los gobernantes de la que va a convertirse en la nación más poderosa del tiempo que me ha tocado vivir. Y hoy una vez más me atrevo a discutir sobre ella y tal vez, como a todo símbolo de poder, a temerle.

China ha querido transformar la percepcion que el mundo ha tenido de ella a través del marco de dos semanas del evento (una fiesta deportiva) más importante de nuestros tiempos, y en muchos sentidos lo ha logrado. El mundo entero se ha convertido en espectador de su nuevo Gran Teatro del Mundo que, como en el barroco de occidente, transformaba el paisaje conocido para dar una idea simbólica del orden (o el nuevo orden) universal en la tierra.

Pantanos se conviertieron en imponentes jardines, casas de campo en gigantescos palacios, pequeñas abadías en monasterios enmarcados de oro; el rey como centro del universo humano, todo girando a su alrededor, y con él todos los demás personajes de esta gran obra teatral que dios había impuesto a la humanidad. Una filosofía del poder.

Escenografía fastuosa, actores en su punto, la presentación de un aparente nuevo orden que con el pretexto de un evento como los Juegos Olímpicos no habíamos visto desde 1936 con la Alemania Nazi; una nación que se enarbolaba como la nueva potencia imperial a venir y usaba los juegos para publicitarlo. No me ofusco, las diferencias entre la China de hoy y la Alemania de 1936 son extremas y evidentes, pero las pequeñas similitudes me hacen contemplar el cielo azul y reconocerlo como lo que es, un cielo engañoso en esta Pekín inventada, como en una obra de teatro, planeando el advenimiento de un nuevo juego de mentiras que hay que aprender a descifrar.

Cuando en mis años universitarios discutía sobre la muerte o sobrevivencia del teatro no percibía del todo la utilidad del mismo en la vida de las naciones y de las ideologías; veía la propaganda pero no la puesta en escena tan evidente como medio para asimilarla. Así como en el barroco no era el dios cristiano quien dictaba el orden universal sino los hombres, de la misma manera no es la omnipotencia del gobierno comunista chino (o esa extraña idea del gobierno del pueblo) el que dicta el nuevo orden, sino unos cuantos hombres que detentan el poder dentro de él; ellos son los autores de una obra de teatro planeada para en dos semanas, decir al mundo -somos nosotros los que vienen, crean en nosotros, disfruten con nosotros, ¡dénse cuenta de lo que podemos y de lo que seremos!-. Y estoy tentado a decir que su manera de reaccionar ante las sorpresas como la violencia en Tibet, el terremoto en Sichuan y las protestas y atentados antes de los juegos, formaban parte de esa gran planeación. No es verdad del todo, claro, pero la improvisación también es un arte de planeacion.

James Reynolds, un periodista de la BBC, se extrañaba de la curiosa manera en que los dirigentes locales chinos transmitían las notas de los acontecimientos a venir, con una total planeación: en el último evento del recorrido de la antorcha en la gran muralla los periodistas recibieron a las 6 de la mañana un comunicado y recuento de los eventos, escrito en pasado, sobre los acontecimientos a venir unas horas adelante; se hablaba no de los acontecimientos solamente sino incluso de la manera en que la multitud reaccionaba, de sus gritos e impulsos; lo más sorprendente es que horas después cuando todo sucedió, sucedió como estaba ahí escrito: no fue el orden de los acontecimientos sino la seguridad de la planeacion en el ánimo de la gente, en sus impulsos, en sus pasiones. Los temores de la ciencia ficción siempre han estado aquí.

El último día de los juegos tuve la suerte de tener una entrada para la ceremonia de clausura, ceremonia a la que había soñado asistir desde que era un niño (no importaba si era Pekín o París o Londres); pero ahora ahí, con toda esta mentira a cuestas que durante tres años y dos semanas he experimentado en el Pekín olímpico, me parecía el acabose, el último desagradable espectáculo de un enorme parque de diversiones al que nunca debiera haber entrado.

Como un ingenuo mortal en el Versalles del siglo XVII me paseaba por ese gigantesco parque olímpico en forma de dragón, entre lagos, calzadas, fuentes musicales e inmensas y únicas construcciones; entraba al estadio olímpico y me disponía a observar el espectáculo preparado por el Vatel chino (o peor, por su Leni Riefenstahl como algunos lo llaman), Zhang Yimou. Ahí nada nuevo teatralmente, todo ya antes visto en Barcelona, en Seúl, en Atlanta, en Atenas, pero aquí más fastuoso, gigantesco, inmenso; no cinco, no diez, sino mil, dos mil participantes en un acto; mil en otro, mil más allá; imágenes apoteósicas, como en un cine de masas; el problema entonces no es imaginar, sino cuánto dinero hay para gastar.




Yo, como los otros 90 mil espectadores que estabamos ahí (incluyendo las decenas de dignatarios y gentes del gobierno chino), nos perdimos del verdadero espectáculo que se dio en la televisión; preparada especialmente para la pantalla, la ceremonia de clausura teatralmente (es decir, en vivo) carecía de una estructura de unión, demasiada preocupacion por cambios y mucho movimientos en ello, pero en la television no hubo errores; yo y miles de espectadores de mi lado del estadio nos perdimos de ver la llama apagándose, no así nadie en la television;, esque nosotros estábamos muy ocupados prendiendo nuestras llamas en el momento indicado y dispuestos a llorar en el acto; éste como otros detalles de aquella ceremonia sólo aparecieron cuando la ví dos díás despué en casa.

Entonces volví a pensar y la coléra surgió: yo fuí parte del espectáculo, un espectáculo teatral creado para la pantalla de televisión, para la imagen a través de los medios.; yo era un actor más dentro de este gran teatro del mundo chino, no un espectador como lo decía mi boleto, o en todo caso mi papel era el de un espectador extranjero que venía a vitorear y sorprenderse de la nueva maquinaria de sueños china. Sí, al llegar al estadio recibí una bolsa no con recuerdos de la olimpiada sino con aditamentos para usar en determinadas partes del espectáculo; un grupo de maestros de ceremonias aparecieron antes de la apertura de transmisiones dándonos indicaciones de qué hacer, cómo y cuando hacer “algo” con esos objetos, todo muy a la manera china, sonrientes e invitándonos a compartir. Seguramente estaba ya escrito en el boletín de prensa, mis gritos, mis sonrisas, mi manera de reaccionar ante el espectáculo y sus sorpresas; alguien ya había contado días o meses atrás lo que todos ahí haríamos y sentiríamos durante los juegos, durante esa ceremonia de clausura.

Disfruté estar ahí, sin duda, disfruté ver a los chinos orgullosos cantar su himno, disfruté ver una torre emerger y llenarse de miles de diminutos seres como en una película de Griffith y crear entonces su torre de babel (una antorcha en realidad), me emocioné pensando en el parecido que esas multitudes dentro del estadio tenían con aquellas de la primera versión de King Kong en los años 30 del siglo pasado, pero también me fue, me es ahora, particularmente desagradable el haber formado parte, sin tener la conciencia de ello, de un detestable teatro de propaganda.

Punto final a la Pekín olímpica (las fiestas del barroco también tenían su fin, y se olvidaban). Sigo viviendo en China, sigo disfrutando de su cultura y de sus logros, sigo gastando todo mi dinero en este país comiendo, viajando y disfrutando; seguiré entonces compartiendo mi personal creación, sus artes escénicas y lo que suceda alrededor de ello.


Video con mi visión (desde adentro del estadio) de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos

The last day. My view from inside the stadium. from Gustavo Thomas on Vimeo.

viernes, 29 de agosto de 2008

Juegos Olímpicos de Beijing 2008: "El Gran teatro del mundo" en Pekín 2008 (Segunda parte) Los prepararativos de la puesta.


(Nota: Debido a la longitud del texto de esta entrada he preferido crear una especial (Tercera parte de esta serie) dedicada exclusivamente al aspecto visual (en videos) del cambio y preparativos que tuvo Pekín antes de los olímpicos.)



Venir a Pekín y vivir los Juegos Olímpicos en esta ciudad se convertía en la realización de un sueño infantil roto. 40 años después se repetía en mi personal experiencia el mito de una espiritualidad armoniosa de los juegos; llegaba a ver la nueva realidad ya desmembrada en un conjunto de ideas críticas que además, debo admitirlo, estaban bañadas de una total desconfianza en sus organizadores, el Comité Olímpico Internacional, el gobierno de la República Popular de China y las empresas comerciales que los apoyan.

Las continuas notas sobre la manera en que Pekín preparaba los juegos y los recuentos de amigos que vivían ya en la ciudad desde años atras me habían introducido plenamente en el ambiente que precisamente el gobierno chino no quería que tuviéramos ni pensáramos (el gobierno chino tiene la buena costumbre de señalar líneas de pensamiento a quien sea y en donde sea).

Los planes para la fiesta eran impresionantes e incluían todos los ámbitos de la vida si no de toda China sí de Pekín misma: la infraestructura de la ciudad, el clima, la gente, los atletas, la seguridad y la cultura.

La ciudad

Habría que convertir a Pekín antes del inicio de los juegos en spot de primer mundo: vías de comunicación, complejos habitacionales, estadios, gimnasios, hoteles, centros comerciales, y lograr algunas construcciones íconos del progreso chino. Una larga lista de transformaciones debían darse entonces en donde ya una ciudad estaba asentada.

En tres años ví caer enormes complejos habitacionales de la era comunista y levantarse en el mismo lugar nuevos, lujosos y modernos complejos donde no vivirían los mismos habitantes de las vetustos edificios donde se hacinaban en un solo departamento tres o cuatro familias, sino la nueva emergente clase media y alta de la nueva china. En menos de tres años se construyeron aproximadamente 10 enormes centros comerciales con miles de tiendas provenientes de todas partes del mundo. Vi inaugurase un aeropuerto, tres líneas de metro, el Centro Nacional de las Artes conocido como “El huevo”; vi construirse la maravillosa torre del centro de operaciones de la CCTV (la cadena oficial de televisión china), el parque olimpico con el estadio Nacional (el nido de pájaro) y el estadio de natación (el cubo de agua), y la torre de 81 pisos del centro Mundial de Comercio (WTC); observé cómo se remodelaron hutones (y cómo se destruyeron muchos), y cómo se remodelaron y reinventaron calles con un pasado imperial (Qianmen); ví cómo se repinto la ciudad prohibida y el templo del cielo, los corredores y las torres del palacio de verano, la academia de Confucio, y decenas de pequeños sitios de interés turístico.

El ruido de las máquinas, de las explosiones en las zonas de construcción, las voces de los trabajadores mismos me acompañó durante al menos dos años y medio.

Hoy me maravillo de la rapidez de aquella transformación, de la arquitectura de algunos edificios, y a la vez me pregunto por el destino de aquellos miles que fueron desplazados y también de aquellos miles que vi trabajar en condiciones deplorables. Yo, viniendo de un país como México conozco esas condiciones de trabajo perfectamente.

La escenografía del espectáculo, del gran teatro sería fastuosa, inigualable...


El Clima

China prometió realizar unos juegos ecológicos, con aire limpio y puro, con edificios construidos con materiales no contaminantes y energías renovables. Cumplir eso sería posible por una parte (en el caso de las construcciones) e imposible por la otra (el aire limpio y puro).

Recuerdo mi respuesta a la pregunta de un empleado de la embajada de México en China sobre cómo yo veía Pekín apenas llegando a ella, gris. Viniendo de Beirut donde el sol y el cielo claro se dan por 300 días al año, la contaminación de la capital china eran para mí más que evidentes. Con fábricas contaminantes dentro de un valle de cientos de kilómetros, millones de autos y un uso indiscriminado del carbón como medio de calefacción y de combustión, parecía imposible que los organizadores y el gobierno chino cumplieran con esa promesa de aire limpio y puro. Me sonaba a que debía haber una solución engañosa; y así lo fué.

Aún cuando la preparación para evitar los contaminantes estaba programada en los planes de gobierno, los avances para el verano de 2008 serían mínimos, inevitablemente la prioridad era el crecimiento económico en detrimento de la calidad del aire; entonces la solución se dió con cierta esperada lógica, si la fiesta iba a durar dos semanas (o un mes inlcuyendo los paralímpicos), cortar el movimiento vehicular a la mitad, cerrar por un mes la fábricas a 30 kilómetros alrededor de Pekín y parar toda construcción dentro de la ciudad ayudaría a lograr el objetivo teatral, el engaño de un cielo limpio.

Para la primera semana de los olímpicos tuvimos cielos claros y un azul nunca antes visto; no cansancio excesivo debido a la contaminación e incluso una temperatura considerablemente mas baja que en otros años.

Pareciera que esta solución “de paso” daba un marco “de paso” al teatro por venir.


La Gente

El gobierno lanzó una enorme campaña para buscar que los chinos fueran más educados y civilizados. Campañas contra el escupir se han dado en China al menos desde la llegada de los comunistas al poder, pero tan arraigada ésta como otras costumbres higiénicas y civiles tan diferentes a las de occidente (hacer cola para entrar a un lugar, por ejemplo), la batalla contra el tiempo parecía perdida sin una mayor educación y sin la costumbre de la humillacion social que realizar dichos actos representa en otras sociedades.

Pekín con una población local favorecida por el crecimiento económico y la responsabilidad cívica de ser la ciudad sede y representante de toda China durante los juegos necesitaba un poco de esa campaña para lograr la actitud requerida, pero el problema en realidad eran los millones de trabajadores inmigrantes, chinos también, pero con residencia en otras provincias que están permanentemente en la ciudad. La falta de educación, de contacto social y responsabilidad cívica (dedicados pues a buscar trabajo y dinero para mantener a sus familias que viven en la miseria) hacía prácticamente imposible que hubiera un cambio tan radical en la conducta social de todos. La solución como en el clima debió darse de manera temporal también, con otro engaño escénico: el gobierno decretó la salida de todos, absolutamente todas las personas que no tuvieran residencia legal en Pekín, y esos millones tuvieron que salir por un mes, como las fábricas y las construcciones.

El casting de los extras para la gran puesta en escena se había logrado con éxito.


Los Atletas

Aún cuando la prepararación de los deportistas para la olimpiada parecería una contradicción a mi idea de la puesta en escena creada para dos semanas de juegos olimpicos, en realidad es, como en el caso de aquello construído expresamente, un doble juego. Es una inversión que le da al país un resultado concreto a largo plazo (medallas y medallas de oro y gloria a los chinos, claro), pero también es un medio para ensalzar ideas e imágenes requeridas por el gobierno y su política.

La política de medios para presentar a los deportistas chinos estuvo cargada de un indiscutible sentido de nacionalismo y enaltecimiento de lo chino como raza: cada uno de los deportistas era fotografiado cuidadosamente para verse hermoso, fuerte, grande, poderoso; eran maquillados, vestidos con las mejores ropas deportivas, presentados semidesnudos y mostrando su musculatura; sus carreras eran enaltecidas, su esfuerzo, sus posibilidades de ganar. Sin saberlo con seguridad me atrevo a decir que no fue permitida ninguno tipo de crítica o nota negativa; todo era esperanza, deseo de ganar, elevación de sus capacidades.

La propaganda deportivo-nacionalista fue provechosa, los chinos se situaron a la cabeza del tablero de medallas, a excepción de que se gastó demasiado tiempo y dinero en estrellas que no lo fueron (Yao Ming y Liu Xing), y en la terrible sorpresa que en la memoria del mundo quedará Pekín como la gloria de las 8 medallas de Michael Phelps y las tres del jamaiquino Bolt sin un gran nombre de atleta chino para la recordar.


La Seguridad


Vivir en China es vivir en un país seguro, la delincuencia es mínima y en general el terrorismo no ha hecho su aparición, a excepción de algunas regiones bien focalizadas por el gobierno. Los medios de comunicación son controlados en gran parte por el estado, el gobierno marca las pautas de lo que no hay que decir y a veces de lo que hay exactamente qué decir o dejar ver. Lo mismo para el arte y la educación, ni hablar de la política o la religión. La libertad existe dentro de los cauces que el gobierno, legítimo detentor de la soberanía nacional, dicta; la ley se marca dentro de esos parámetros; es entonces que la seguridad adquiere rangos mayores.

Nunca antes había visto tantas medidas de seguridad (y vaya que he estado en Londres y Nueva York en los momentos de mayor paranoia debido al terrorismo). La ciudad sitiada por las fuerzas de seguridad, no dejando entrar o salir personas ni objetos sin permiso expreso, visitando cada casa y tocando puerta por puerta para revisar si todos teníamos nuestros papeles en regla (yo tuve que salir a Tailandia para sacar mi nueva visa); los clubes nocturnos seguros, sin drug dealers ni prostitutas a la vista de todos.

Una vez más, la puesta de teatro duraría dos semanas (o un mes) y todo debía pasar sin conflictos, y así fue. No hubo violencia común (más allá de un infortunado incidente con un estadounidense asesinado a puñaladas), no violencia política (minúsculas protestas), y no terrorismo (al menos en Beijing).

Mi camino al estadio olímpico el día de la clausura estaba dirigido por tres claras líneas de seguridad: los voluntarios que me decían por donde ir y por donde no; la policía que me detenía si llevaba un camino erróneo; y los militares que como muñequitos de juguete permanecían serios, firmes y en su puesto, al fondo. Aún cuando eras libre de expresar tu gusto, era inevitable una sensación de intimidación de tu libertad de actuar, y me preguntaba ¿hasta dónde estoy dentro de la legalidad que estos señores han dictado? ¿en qué momento me pasaré de la línea? Al menos hasta el final de los juegos no fuí un peligro a la seguridad, y estoy contento que así lo fue.


La Cultura


China creó la actual politica cultural a partir de los acontecimientos de Tian’anmen, después de la experimentación y reapertura de las artes en la era de Den Xiaoping, la masacre de Tian’anmen marcó de manera total el ámbito cultural chino. La gran mayoría de los iniciadores y sostenedores del movimiento habían sido artistas, poetas, escritores, gente de artes escénicas que se dieron a un sueño que millones habían tenido en 1968, y que a China llegaba a más de 20 años de distancia con sus claras particularidades.

La respuesta a todo ello, entre otras áreas claro, fue un control impresionante sobre todo “mensaje” directo u oculto proveniente dentro de una obra artistica. Como en los medios de comunicacion, las artes tenían un código no escrito en donde el gobierno permitía pasar la obra al público dependiendo de la obra misma.

El gobierno chino ha entrado al juego de la libertad y del castigo cuando se sobrepasa esa libertad. El artista debe ser bastante sensible y sensato para saber qué escribe, qué filma, qué edita o qué pinta, y tantear hasta dónde se permite la mirada y el ojo, y vivir con ello.

Los preparativos entonces cubrían dos ámbitos, lo permitido y lo no permitido culturalmente. Dentro de lo permitido estaban la artes tradicionales, la televisión, la danza, la artes visuales, el teatro de comedia y musical, y el cine comercial enaltecedor de la historia y la nación china. Zhang Yimou fue escogido como el director de escena y creador de los espectáculos de inauguración y clausura, y fue escogido por ser un redimido de la nueva China; famoso por sus primeras incursiones en el cine, y acusado por el gobierno de aquella época de envenenar la imagen de China en el exterior, es a partir de la nueva política cultural que se acerca al gobierno y comienza una maravillosa carrera de enaltecedor de la nación China, de su historia y de sus logros; hoy por hoy es “acusado” por muchos por ser la Leni Riefensthal del partido comunista chino.

Dentro de lo no permitido estaría entonces... todo lo demás.




*



Tantos preparativos y en tan poco tiempo habían convertido a la vida cotidiana de un habitante de Pekín en algo verdaderamente surreal; aquello que estaba un día desaparecía al otro, lo censurado unas semanas atrás de la nada se abría para estas dos semanas de juegos (mi Blog es una de esas sorpresas); sin trabajadores inmigrantes Pekín se había convertido en una ciudad limpia, civilizada, educada, afable; el aire estaba respirable y se veían plantas por todas partes; todo era seguro, sin excesos, sin protestas, sin alteraciones del órden, sin putas accesibles ni saunas gays; sí, estaba enloqueciendo de la sorpresa y la rareza del ambiente. Lo estaban logrando... por dos semanas.

¿Podía dejar de pensar en el teatro, y en especial en ese teatro que tranformaba el mundo “visible” de las grandes capitales entre los siglos XVI y XVIII en occidente?

La idea continuamente volvía a mi mente, la idea de ese Gran Teatro del Mundo del barroco que transformaba ciudades estaba trabajándose en Pekín. (1)



(1) Por supuesto, y eso lo trataré en la siguiente entrada de la serie, los chinos poseen una larga tradición de teatralidad en lo social, con una obsesión por mostrar con toda artificialidad la mejor cara a los visitantes , ocultando y borrando todo trazo que pudiera prestarse a crítica.

martes, 26 de agosto de 2008

Juegos Olímpicos de Beijing 2008: El Gran teatro del mundo en Pekín 2008 (Primera parte) “Hace cuarenta años...”




Hace cuarenta años, cuando China sufría la oscuridad de su Revolución Cultural y ninguno de nosostros sabíamos nada de ella sino mitos, y entre ellos el más grande, Mao Zedong...




Alrededor de 1968 se dieron en mi vida cuatro acontecimientos que marcaron mi muy temprana infancia: la muerte de mi hermano mayor, Federico; mi operación de las anginas (amígdalas) con una muy corta pero traumante hospitalización; el mundial de Futbol en 1970; y las Olimpiadas de México en 1968.

Perteneciente a una familia de deportistas (1) el mito de los grandes acontecimientos deportivos alimentó mi imaginación durante muchos años.




Nací durante los preparartivos de aquellos juegos pero no supe de ellos ni de la olimpiada misma sino hasta algunos años después, con los recuentos continuos tanto de los medios de comunicación como de aquellos que corrían dentro de mi familia: las ceremonias de inauguración y clausura, las competencias donde México ganaba medallas, la historia de Vera Cavlavska y su amor por México, y la triste y desgradable historia del sargento Pedraza con su enorme esfuerzo por llegar a un oro imposible.


Pero algo que marcaba mi personal recuerdo eran los recuentos del ambiente; si algo se hizo mito en mi cabeza fue la manera en que se esperaban y vivían las olimpiadas. Años enteros pasé intentando recrear todo aquello editándolo en mi imaginación y repitiéndolo en mis juegos; escénico como siempre he sido, dedicaba días a la puesta en escena de una ciudad que organizaba los juegos olimpícos, revivía las ceremonias, revivía los gritos de los espectadores.

Con los años mi sueño olímpico infantil, y yo creador del sueño, evolucionó en la organización de más juegos, en seguir pensando en la alegría y el encuentro, en el espectáculo y en la gloria de ganar y de ser sede de ellos. Munich 1972 paso desparecibida con todo y su Mark Spitz y aquél deplorable ataque terrorista que escandalizó al mundo; no así Montreal 1976 y su Nadia Comaneci (ni idea de la ausencia de los países africanos en protesta por la inclusión de Sudáfrica); y tampoco lo fué Moscú 1980 y su boicot.

El boicot a Moscú me había ofendido a tal grado que decidí seguir paso a paso las notas de los periódicos y demás medios; colecté y grabé cientos de notas en álbumes para que así el mundo en un futuro tuviera una línea de acontecimientos clara que hiciera comprender que el boicot se debía a una cuestión totalmente fuera del deporte, y que intereses políticos estaban atacando el espiritu de unos juegos. Ya casi no era un niño, la pubertad estaba haciendo sus estragos, era una manera más madura de seguir los juegos, ya no había más recreaciones escénicas en maqueta con la idea de los juegos. Después vendrían años de oscuridad deportiva pues el arte y el teatro harían su aplastante aparición en mi vida.

Un caso que recuerdo con cierta curiosidad, en mis “clarividentes” juegos de recreación y creación de los olimpicos del futuro, fue la organización de uno de ellos en Beijing a quien se lo daba en un mal cálculo en el 2010. Sin una sola idea de la cultura china creaba la ceremonia de inauguración y clausura con la inclusión de una sola canción china que descubrí en casa y decenas de otras piezas con música proveniente del mundo entero; robots y naves espaciales participaban en las ceremonias, y en el tablero de medallas China se situaba a la cabeza desbancando a Estados Unidos y la URSS, y México, curiosamente sí, era ya una potencia deportiva con una gran cantidad de medallas. Me río ante la extrañeza del dato, y quedo un tanto pensativo sobre lo que veo ahora.




Años tuvieron que pasar, muchos, más allá del tiempo de los mitos, para encontrar un enlace imaginativo entre aquellas gloriosas olimpiadas organizadas en México del recuerdo de familia y el movimiento estudiantil de 1968 (2); más difícil aún fue ligar la masacre de Tlaltelolco con los juegos mismos. No me negaba a ello simplemente la propaganda que se había permeado en mi familia había logrado separarlos. Nadie negaba la existencia de la masacre a sólo diez días de la inauguración de los juegos, pero nadie la ligaba a la felicidad y la gloria de lo que iba a suceder.

De adolescente pregunté expresamente a mi madre sobre el tema, y ella contestaba que el gobierno no queria que hubiera problemas y mandó matar a los estudiantes, y que entonces no hubo problemas. En su cara yo veía miedo, el miedo que todas las personas comúnes tenían en México al hablar de aquellos años de revuelta.



México había mostrado al mundo un país con un gran crecimiento económico, amigable, bien organizado, y palabras y palabras y palabras que ensalzaban algo que el mundo con el pasar del tiempo olvidaba. La propaganda priísta tenía efectos poco duraderos.

México era una dictadura férrea que se había organizado de tal manera que hacía al país funcional; los juegos fueron militarizados y la gente no podía protestar, el gastó impresionante era un escándalo para los millones de pobres totalmente desprotejidos; el gobierno expropiaba de mandato zonas enteras de la ciudad (política común para cualquier tipo de obra oficial) para la construcción de vías e instalaciones olímpicas; lo que importaba era mostrar un país hermoso, armonioso, orgulloso de sí mismo. Hoy, 40 años después vivo parecidas frases en la Pekín olímpica.

El mito de aquél 68, como muchos otros mitos, murió en mi vida cuando conocí a “los maestros” que me abrieron los ojos a las otras realidades, murieron cuando busqué la individualidad y el pensamiento libre y comencé aquella carrera contra el tiempo para cultivarme y comprender los sucesos y los secretos que hay tras de ellos.







(1) Mi padre adoraba el futbol y se hacía ser entrenador de equipos infantiles y juveniles; tres de mis hermanos eran futbolistas con deseos de profesionalización y una hermana sería después gimnasta de alto nivel.
(2) de la misma manera el mundial de futbol en 1970 y los acontecimientos de eso años que culminan con otra menos famosa pero no menos excecrable matanza en 1971.
Gustavo Thomas. Get yours at bighugelabs.com

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