Letrero a la entrada de La fundación de Japón en Toronto mostrando la exposición de pósters de Tamasaburo Bando (2012)
Ya he escrito antes sobre la fascinación que tengo con Tamasaburo Bando, desde que lo ví por primera vez en un video de Internet hasta aquél momento que tuve la enorme oportunidad de verlo en vivo en Beijing. Hoy celebro que La fundación de Japón en Toronto traiga a la ciudad una serie de pósters y libros con imágenes de sus caraterizaciones, así como la presentación de videos con él actuando y, en especial, un documental alemán sobre él, The Written Face (1995).
El documental será proyectadoel próximo miércoles 9 de mayo, así que hoy solo fuí a contamplar los pósters de este maravilloso y cautivante actor onnagata. Mientras veías esas imponentes imagenes se me cruzó la portada de un programa que mostraba una cita de Yukio Mishima.
Cuando Tamasaburo tenía solo 20 años, en 1970, Mishima escribió sobre él, maravillado por su cara y su forma de actuar:
"La fascinación que este hermoso joven ejerce es de una era diferente a la nuestra. Pero puede llevar consigo un poder mágico con el que, por el derecho y privilegio de su juventud, tendrá éxito en derrocar el gusto prevaleciente de nuestros tiempos".*
Posters vistos a través del ventanal exterior de La fundación de Japón en Toronto (2012)
Posters vistos a través del ventanal exterior de La fundación de Japón en Toronto (2012)
Volante de una presentación de Tamasaburo Bando que me dieron de regalo por visitarla exposición en La fundación de Japón en Toronto (2012)
*Traducción del autor del Blog. En inglés en el original: "The
fascination of this beautiful young man is of another era than our own.
But it may carry with it a magical power, which by the right and
privilege of his young age, will succeed in completely overturning the
prevailing tastes of our time."
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Después de un tiempo de haber visto en escena a Tamasaburo y su versión del “Mudanting” (El Pabellón de las peonías), vienen a mi mente algunos aspectos de su presentación, de su persona y de su arte.
Tamasaburo en Beijing, "Mudanting"
La inteligencia del intruso
En mi obsesiva idea de captar en video (y audio) todo aquello que experimento en escena, tanto como espectador como creador, me encontré una vez más haciéndolo en el teatro Huguang de Beijing; mi cámara corría mientras yo estaba arrobado con su presentación: en una astuta manera de engancharnos Tamasaburo utilizó una introducción al "estilo" japones (como en cualquier otra presentación del Kabuki) para su entrada a escena, esta vez en el jardín donde la heroína se encontraría con la imagen de su amor ideal. (1)
Aunque en sus orígenes basado por una parte en lo sagrado, el teatro chino se ha inclinado mucho más al entretenimiento que al ritual; la opera Kunqu es el más alto grado de refinamiento poético, musical y escénico logrado por un arte performativa china que prácticamente no posee ningún atisbo de ritual. El Kabuki, en cambio y aunque posee un alto grado de impulso hacia entretener a su público, ha mantenido ciertos razgos de ritualidad en sus danzas y en algunos de sus cantos, especialmente en los momentos de entradas de los onnagatas y en ciertos momentos climáticos.
Así, con aquella arrobadora entrada que no ocultaba provenía de la tradición japonesa Tamasaburo abría la aceptación del espectador a través de la humildad y del respeto, -no hago teatro chino, pertenezco a otra tradición- parecía decir en su subtexto. Siendo grande en la otra tradición comete la osadía de querer entrar en ésta, y en un acto de seriedad artística y de humildad se ofrece primero en la suya para entrar a la de los otros; Tamasaburo no vino a enseñar, vino a pasar de una dimensión cultural a otra, vino concretamente a ser un diplomático escénico; con esta introducción a una gran parte del público chino le fue ya imposible rechazar de entrada al artista japonés.
Tamasaburo no actuó él solo el personaje durante toda la presentación, hubo otros dos actores chinos que trabajaron el mismo rol de la heroína (un acto más de inteligencia ante la voracidad crítica del espectador chino). Así la presencia del artista japonés (maduro, con una cara fuerte y una voz muy diferente a la voz común que la opera de Kunqu pide para los roles de heroínas jóvenes) me provocaron un mayor disfrute, acaso por primera vez, al presenciar la actuación y el logro de la feminidad en la interpretación de los artistas chinos: veía mujeres hermosas, acentuadamente femeninas, ligeras, delicadas y con una voz en el tono idóneo.
Más allá de la sensibilidad y de la técnica, una chispa de inteligencia puede ser crucial para el éxito de una producción.
Su mirada se detuvo en mí cuando yo lo espiaba…
Después de que un joven del equipo de Tamasaburo me llamó la atención por estar tomando video durante la función, quise durante el intermedio ir a pedir una disculpa, y encontré al empleado en uno de los corredores del hermoso patio del teatro; mientras hablaba con él pude notar que habían partido a la mitad uno de los patios para dejar un espacio de aire a Tamasaburo y a la compañía, y así salir a recibir visitantes o simplemente fumar un cigarro. Era una simple tela, fácil de sortear; me asomé, y ahí me encontré con el hombre real, el artista, sin su fastuoso vestuario, y en plena conversación “política” con un grupo de chinos.
Me concentré en su figura esbelta, alta, y solemne: femenino en todas sus actitudes, no dejé de pensar en el estúpido recuerdo con los artistas de los espectáculos de transvestidos. Apenado por mi osadía de la memoria yo lo veía maquillado, totalmente de blanco, con una malla que le cubría todo el cabello, con su camiseta blanca, y sus actitudes, una vez más femeninas.
Pensaba en el artista que me quitó la respiración unos momentos atrás y en mi estúpida comparación con el artista que se transviste, veía los extremos. Entonces me miró, me percibió, un instante, nada más, sus ojos emiten tranquilidad, pero su gesto es acaso duro, serio, fuerte; fue un instante de nada, después continuó su conversación.
No saqué mi cámara para grabar al hombre; sé puedo usarla con todo aquello que está sobre la escena, para mí no hay problema en hacerlo, la escena es para ver, para grabar, para quedar en la memoria; éste, un momento privado, con un hombre semidesnudo en un momento de descanso sin hacer otra cosa que hablar de nada, así, me parecía una grosería sin sentido.
Ayudando a crear el mito
Una amiga japonesa me comentaba que Tamasaburo no pertenecía ala tradición Kabuki, es decir, que él era un actor aceptado en el Kabuki pero no proviniendo de una familia de actores del Kabuki. Para ella como japonesa eso representaba un acto de respeto y un esfuerzo mayor, y eso es en realidad. Dentro de las familias artísticas la línea de sangre da una entrada, así el talento aunque se desarrolla ya viene en los genes ( “en la sangre” dirían en la tradición teatral); llegar de afuera de la tradición familiar significa trabajo árduo, convencimiento a partir del talento, de la seriendad, del profesionalismo y de los alcances artísticos. Los hechos de Tamasaburo han creado la fama y la aceptación tanto del público como de los profesionales en la tradición artística del Japón.
Tamasaburo, según seguía contando mi amiga, tuvo cuando niño un problema de polio que afectó uno de sus brazos; en el camino del esfuerzo para lograr algo sumamos la imposibilidad física; la técnica y la perseverancia rompieron el mito de la ineficacia para el movimiento y para la danza. No puedo asegurar la veracidad de los comentario y debo aceptar que quiero jugar un poco a ayudar a crear el mito. He gozado tanto en verlo y estoy tan seguro que de cualquier manera entrará al mito que unos cuantos datos no harán ningún daño, hacen en todo caso el camino más agradable.
*
La creación, en mi caso, ha estado siempre ligada al disfrute como espectador. Yo he podido crear algo en mi vida gracias a que he disfrutado ver algo creado con anterioridad; más allá de las influencias, que podrían ser evidentes, están la experiencias vividas ahí sentado o de pie, viendo, temblando, en silencio… tal vez riendo o en momentos llorando.
Si algo surge de aquí seré feliz, pero sé que semillas de su trabajo ya han quedado en mi cuerpo creador, en mi memoria, y en ese corazón que ahora los médicos desvaloran nombrándolo como un simple órgano de bombeo sanguíneo.
Tamasaburo y su trabajo están en ese corazón, en ese músculo que no se detendrá de bombear la vida por todo mi cuerpo sino hasta el momento de mi muerte.
(1) Parece que en mi ignorancia del teatro chino (y mi desconocimiento del idioma japonés) he cometido un error al nombrar la pieza que actúa: esa parte, la escena de entrada dentro de la presentación en el teatro Hugunag, no pertenecería a El Pabellón de las peonías, sino a una versión libre del famoso personaje chino la concubina Yang Guifei. Es hasta las siguientes escenas que Tamasaburo trabaja Du Liniang, el personaje del "Mudanting".
Nota: Esta entrada pertenece es la primera parte de dos (o más, no sé aún) en las que expongo mis puntos de vista y hechos concretos (información, fotos y video) de la representación de "Mudanting" (牧丹亭) por Tamasabauro Bando y la compañía de opera Kunqu Suzhou el 14 de mayo de 2008 en el teatro Huguang de Pekín (Beijing).
Mi intensión después de la función era escribir mis impresiones apenas llegando a casa pero mi mente estuvo y ha estado confusa desde esa noche y durante ya dos días. La lectura y los sueños me han ido aclarando el panorama.
He observado con detenimiento, calma y un raro placer al más grande actor de la actualidad especializado en papeles femeninos, Tamasaburo Bando (坂東玉三郎).
A Tamasaburo lo conocí por internet, en videos de su trabajo, la mayoría expuestos por un fiel admirador suyo (1), y lo adoré. Ví y revisé cada uno de esos videos, reconocí en él no sólo la técnica sino la grandeza creativa de las más grandes manifestaciones del arte. Su presencia me cautivó como aquella de Kazuo Ohno años atrás; me anclé a él y a sus actuaciones. La noche del 14 de mayo lo tuve a unos metros de mí.
El Teatro Huguang (北京 湖广会馆), el más antiguo teatro de Opera China en Beijing, construido en 1812 y reconstruido en los años 90 del siglo pasado, ha sido casa del trabajo de varias generaciones de grandes actores chinos, ha visto en él a los divinos (2). Es una de las muy raras veces que alberga a una estrella extranjera con una pieza clásica del repertorio chino, “Mudanting” o “El pabellón de las peonías”.
Montar el Pabellón de las peonías en China es una locura, un suicidio artístico, si no se está seguro de lo que se lleva, de lo que se tiene atrás. ¡ Uno no se va a Londres a mostrar a los ingleses cómo se dice y se hace Hamlet!
China es la madre cultural del Japón, su fuente única, primaria y básica; China es también el rival político más grande del Japón: odio, envidia, resentimiento y pena fluye en la sangre de sus pueblos; pero China es también el reto y la cima para los japoneses. No temerle a China es no temerle a la fuerza de la tradición y al peso de las grandes figuras. Tamasaburo siendo grande, siendo genio, siendo amable, es el ser adecuado para un encuentro en estas condiciones.
Tamasaburo pertenece a esa línea de estupendos actores del arte tradicional oriental que poseen la chispa del cambio y de lo revolucionario; conoce su mundo, no lo reta de frente pero lo seduce al cambio. En ese sentido, Tamasaburo es una reencarnación divina que, como en todo oriente se percibe, ha atraído sutilmente la atención grosera del pueblo que lo ama, empujando así al apoyo de los conocedores, y ha logrado entonces ser respetado en su visión.
La entrada al escenario del Huguang fue medida con fineza: con el marco ambiental de un bellísimo canto coral en estilo japonés, la introducción a la historia del Pabellón de las peonías, en ese jardín delicioso y mítico, nos deja ver poco a poco a un Tamasaburo en el papel que personifica el amor romático e idealista para los chinos.
(Hago una nota posterior a la publicación de esta entrada: Tamasaburo actuó dos personajes diferentes esa noche, y su entrada la hizo con una versión personal (a la japonesa) de un famoso personaje chino, Yang Guifei, la concubina. Después de eso, en la presentación de ese día, actuó su versión de El Pabellón de las peonías, con el personaje Du Lininag. Mi ignorancia ante el idioma japonés me llevó a cometer el error sin embargo no cambia mi apreciación de su trabajo.)
De una belleza única, el creador escoge el dorado en los detalles de su vestuario con sutil amarillo de fondo en la tela base, para así ofrecernos el nacimiento del sol en el alba. Sí, Tamasaburo, no sigue las entradas del Kunqu, hace cambios pero cambios que no pueden ser reclamados en absoluto.
Para hacer una puesta diferente de Kunqu (y ser aceptado en China) debía de haber trabajado con una compañía abierta pero estable, la elección perfecta fue la compañía de Kunqu Suzhou, famosa por sus osadas versiones de ésta misma pieza (3) y otras del mismo género, con cambios no sólo en la forma de montarla sino incluso lo que es más complicado en China, de cantarla. Son inmensamente famosos debido a sus escandalosas puestas y están abriendo campo en el mundo exterior. Sus cantantes son educados con la mejor técnica, actuán límpidamente, saben ser claros y sutiles, saben ser amados también, y jóvenes con la flor en crecimiento, tienen el camino abierto para crear la nueva opera china, la que sí puede evolucionar siguiendo el tempo oriental.(4)
Esta noche he visto un paraíso escénico, he visto el sueño y el amor; he disfrutado del canto como no lo conocía, un canto difícil, es verdad, para un hablante japonés. La presencia entonces divina de Tamasaburo se sumaba a la belleza propia de está inmensa obra lírico poética del siglo XVI.
En el juego tan oriental de las reencarnaciones ví en el mismo trabajo del cuerpo de Tamasaburo al mítico Mei lanfang. Por fin pude romper la horrible sensación de aquellos videos que quedan del más importante personificador femenino de la Opera de China actuando en los últimos años de su vida, obeso, lento, inseguro y con una voz difícil de disfrutar. Mei Lanfang fue divino desde su adolescencia hasta sus años 40, después solamente vivió de sus triunfos (5). Las imágenes de sus actuaciones en los años de su gloria permanecen en la memoria de los espectadores, no en el documento audivisual; quedan varias grabaciones de su voz y fotos, sólo fotos, bellísimas indudablemente, y 5 minutos de material sin sonido que Einsenstein filmó de él en los años 30 del siglo pasado. Esta noche del 14 de mayo lo pude ver moverse en la escena, pude ver lo que los chinos que conocen de opera ven, la línea de los maestros en el “hacer” del actor.
El canto, el vestuario, los movimientos coreográficos, y la actuación (no la mímica). Conocedor profundo de su talento y de su personalidad creativa, maestro de sus ojos y su columna, Tamasaburo, es un imán de atracción y a su vez posee un control fabuloso de su proyección, sabe a dónde debemos mirar y cómo hacerlo.
Verlo entonces es ver el pasado en el presente. Verlo entonces es ver a los maestros. Verlo también es ver la presencia de las míticas estrellas occidentales del siglo XIX y principios del XX, maestras de la técnica corporal y de la proyección. Recordé a la Bernhardt y a la Duse, recordé sus poses, su control corporal y con las grabaciones que se conservan recordé también su manejo de la voz. La actuación de Tamasaburo, pienso yo, es una muestra de cómo pudo haberse percibido la actuación de aquellas actrices divinas. Apenas llegando a casa revisé fotos e imágenes de las diosas, miré sus ojos, comparé sus impresiones escritas; quedé pasmado. "Usan los mismos principios", diría Eugenio Barba (6).
Tamasaburo es un actor moderno que vive en el cuerpo educado de un actor Kabuki. Al salirse de su tradición (y ya lo ha hecho en otras ocasiones) ha tenido que actuar como cuando un actor occidental serio hace un papel extraño a su contexto y con una técnica complicada: observando cada detalle a trabajar, imitando lo necesario, recreando, buscando el personaje, usando su personalidad y talento. Tamasaburo no hizo Kunqu, recreó el Kunqu. Le dió calor a un personaje que la mayoría de las actrices chinas transmiten a la perfección gracias a la seguridad que les da el detalle técnico que han trabajado durante años; Tamasaburo le dió sutilezas a su personaje (como aquellas que Mei añadió a lo suyo), lo actuó en nuestra percepción occidental del término “actuar” , y nunca dejó de respetar las bases técnicas del Kunqu; nunca dejamos de ver y escuchar “Mudanting”(7).
Durante la muerte del personaje, tan difícil como toda muerte en escena, percibí un casi peligroso exceso de gestualidad. Las diferencias en el canto eran perceptibles pero nunca dañaron su trabajo, sin embargo en la escena final por algún momento creí ver desfigurarse la belleza de esa máscara creada para el personaje, vi el peligro inminente de la pérdida de la tradición y el colapso al “realismo” (¿por qué en él, un actor de tradición japonesa? no lo sé), había una fuga del detalle técnico especificado para los gestos; pero no llegó a más. Los grandes también están a punto de tropezarse, y algunas veces caen, esta vez y desde mi punto de vista éste no fue le caso. Lo dejé aliviado con mis aplausos.
Al final el divino Tamasaburo agradeció a un público eufórico (8) con aquella msima personificación del alba (así ya la reconozco en mi memoria) que abrió el montaje en el teatro Huguang.
(1) Youtube: http://www.youtube.com/user/tiffenakou Blogspot: http://botantei.blogspot.com (2) La historia del teatro Huguang es verdaderamente interesante, es la historia del espacio teatral en el mundo: primero una especie de albergue para viajeros, después lugar importante de encuentro y de llegada de intelectuales que iban a Pekín a realizar sus exámenes para puestos burocráticos, casa de té y restaurante, siempre con un salón propio que iba adaptándose para sus eventos sociales, cada vez más estilizado, cada vez más propio y asimilado para el espectáculo de ópera que se presentaba ahí. Finalmente reconstruido en los años 90, se convirtió y se ha convertido en un punto de referencia para muchos eventos alrededor de la Opera de Pekín. Aunque no siempre con las mejores figuras en escena y dedicado casi exclusivamente al espectáculo para turistas, no deja de ser arquitectónicamente una singularidad y una belleza, sin paralelo en la ciudad. Cuando supe que Tamasaburo había escogido precisamente este espacio para su presentación fue un gran gusto y un reforzamiento en mi mente de la importancia que este teatro representa para la opera china. (3) La compañia ha creado una versión "juvenil" de Mudanting que provocó verdaderos dolores de cabeza a los puristas del Kunqu. (4) Romper los lazos que en Oriente unen el proceso de un teatro durante siglos es una guerra a la que pocos se enfrentan, y muchos caen con el subsecuente desprecio y olvido; personalidades como Mei Lanfang lo lograron apegándose a esa misma tradición, llegando a ser sus mayores exponentes y entonces sutilmente variando, perfeccionado y, lo más importante, creando nuevas piezas con esos pequeños detalles nuevos; a su evolución se les llama "escuelas" y pueden convertirse en un "estilo". No hay que olvidar que la misma Opera de Pekín es una evolución de 100 años que culminó a finales del siglo XIX y llegó a su cúspide con la revolución de Mei lanfang. La llegada del comunisto marcó su muerte en vida. El caos de la época post-revolución cultural en China ha creado una barrera gubernamental a todo lo revolucionario dentro del arte tradicional, ahora visto como intangible muestra del pasado, y a muy pocos les hes permitido el proceso de lo nuevo y el cambio. (5) Mei lanfang con la llegada del comunismo se dedicó a promover la educación de la opera china, sin embargo fue convertido en una especie de museo viviente; no se le adoraba por su tabajo presente sino por el pasado y mientras iba perdiendo sus habilidades técnicas ganaba en la creación de su mito. Verlo actuar en aquellos videos a los 60 años es desde mi unto de vista deplorable, sabiendo lo grande que fue en su juvetud y madurez. La mayoría de los actores que trabajaban su rol debían de retirarse antes de perder sus habilidades para mantenerse enormes en la memoria del espectador. (6) Motivo no para una sino decenas de entradas. (7) Una de las características de la mayoría de las puestas chinas de su teatro tradicional es la frialdad técnica; como occidentales buscamos una energía emotiva, sentimental para la que nos hemos preparado durante años tanto como espectadores y como creadores. Los chinos, poco conocedores de éste trabajo, lo han confundido con las exigencias emotivas del melodrama y lo imitan hasta el cansancio. Nosotros vemos su teatro frío, ellos ven nuestro teatro explosivo de emociones sentimentaloides. Tamasaburo a mi parecer crea o descubre un punto intermedio donde cabe la técnica vocal, corporal y gestual de la tradición oriental junto con esos requerimientos de la proyección interior de occidente. Es el "alma" que sólo algunos logran en su teatro, Zeami lo hacía ver como lo más preciado, y en sí el punto culminante para ser una divinidad en la escena japonesa. Es evidente que Tamasaburo no es un actor occidental ni se ha entrenado en la escuela occidental para lograrlo, pero así como podemos encontrar principios físicos para un trabajo teatral, creo fervientemente que existen principios internos (psicológicos, mentales, emotivos) que se trabajan como los mismos principios físicos. (8) La euforia provenía principalmente de los espectadores japoneses que casi llenaban la mitad del teatro. Los espéctadores chinos aunque contentos fueron más reservados. Tamasaburo ha sido elogiado en la prensa china y por los artistas renombrados del género, sin embargo los calificativos no son excesivos o efusivos, son en todo caso razonados y respetuosos.
Comparto mi experiencia (sólo en video hasta ahora) con este maravilloso actor onnagata, Tamasaburo, considerado una joya teatral en Japón. Los videos que muestro por supuesto no son míos, forman parte de la colección de un admirador (tiffenakou) que dedica su canal de Youtube exclusivamente a este estupendo actor. Los tres videos (narrados en inglés) conforman una danza llamada "Sagi Musume" (坂東玉三郎).
La primera vez que lo vi (y no dejo de hacerlo) tuve la misma impresión de belleza, perfección y calidad que tuve cuando vi también por primera vez a Kazuo Ohno, uno de los padres de la danza Butoh, quien ha quedado en mi memoria para siempre, y se ha convertido (ahora con Tamasaburo) en un punto de referencia de mi idea del más alto nivel artístico sobre una escena teatral.
He visto Kabuki en algunas ocasiones pero nunca con la impresión que me ha dado Tamasaburo y su trabajo en escena (sí, aún en video solamente); puedo reconocer la belleza y la capacidad técnica de aquellos actores onnagata que vi, pero la diferencia es latente entre la idea de lo sublime en el arte y la de una alta habilidad técnica.
El Kabuki mismo o el teatro japonés en su conjunto pueden ser o no aceptados, es una cuestión de gusto, hablo de la proyección, de la habilidad y el talento, de la energía y la prescencia, de la maestría.
En unas semanas veré dos piezas de Teatro Kabuki que vienen a Beijing, la función se publicita con la presencia de un actor onagata (del que no conozco aún su nombre) considerado tesoro viviente en el Japón. Espero esa función con ansias. Será casi imposible tener material de la presentación misma debido a las regulaciones del teatro pero mi experiencia será compartida en palabras.
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