martes, 30 de septiembre de 2008

"The Roses of Heliogabalus" y la inspiración a partir de la pintura.





“The Roses of Heliogabalus”





Déjame pintar flores y hombres, un poco de muerte y de gozo.
¡No!, déjame escuchar música suave y escribir sobre ella.

Quiero también ver mis ojos desnudos, sin colores,
sin pestañas que floten y me envuelvan;
quiero ver hombres corriendo para salvarse, y después... dormir.

Déjame sentir una sonrisa por lo que cuentan de ti,
y ver esas flores que dicen dejas caer del cielo.

Quiero ver a tus pintores y poetas,

quiero escuchar a esos narradores que no saben cantar.


¡Quiero ver pañuelos y rosas!


... millones de rosas que caen.


Déjame ver tus flores, tus hombres y tus historias,

y así inspirarme en la muerte y en el pasado.


Déjame ver tu cuadro pintado en rojos,
y en rosas y en violetas,

entonces lamer tus manos sucias,

entonces lamer tu mente también,

... ¿es posible?

Ya no tengo ojos, no temas,
sólo podré escuchar tus trazos,
sólo sentiré tu aliento al pintar.


Quiero escribir un poco más pero, ¡mis manos se tensan!


Sin ti,
... camino como un lisiado en el pasaje al mundo mítico.

Por eso déjame estar aquí, que no hago daño,

que sólo quiero ver lo que no puedo ver sin ti.




*


Hace algo así como un año llegó al museo de arte moderno de Pekín una exposición de la colección Pérez Simón: "Masterpieces of the 19th Century European Paintings at the Pérez Simón Collection". Era la primera vez que iba a ver con cierta conciencia algunos de los originales de los más famosos cuadros de aquellos artistas denominados pre-rafaelistas y clásicos victorianos. Cuentos, novelas, simples historias y mitos, el cine mismo, las leyendas de la Europa vieja, todo en imágenes se reunía allí para mí. La experiencia de la exposición se convirtió en un festín de figuras, colores y texturas, y quedé pasmado por la belleza y la fineza de los cuadros y de las historias que de ellos se emanaban.

En el transcurso de la exposición recordé algunas palabras que mi maestro escritor, pero también pintor, alguna vez dijo sobre aquellos pintores victorianos: -eran inmensamente famosos en su momento y Oscar Wilde (quien era crítico de arte también) les dedicaba páginas enteras, pero una vez que los impresionistas llegaron fueron todos ellos borrados del mapa-. No sabía qué pensar, adoro a los impresionistas y simplemente no podía hacer comparaciones; lo que veía ahora, en estos olvidados del siglo XX, era absolutamente diferente, yo estaba descubriendo un nuevo mundo, un mundo que me inspiraba a la acción.

Amantes de la historia y del detalle los pintores victorianos de finales de siglo XIX estaban más cerca de la fotografía y del cine a venir que del teatro de la época ( en realidad era a la literatura y al mito desprendido de ella); su épica era ambiental, su acción era de ensueño. En sus pinturas la muerte se expone antes o después, no en el momento decisivo; la masacre no sucede, es el camino que lleva a ella el que vale, es la acción preparatoria a la acción brutal, como si Chejov hubiera querido escribir un poema sobre un escena anterior a su más dramática escena...

Es por eso que lo disfruté tanto, porque siendo un ser escénico seguía percibiendo acción dramática en un insoportablemente bello entorno, en este caso una acción dramática dilatada, sumergida en el silencio, una bellísima acción sutil.

"The Roses of Heliogabalus" se quedó grabada en mi memoria, la he soñado y me he despertado varias mañanas mirándola y buscando escribir teatro gracias a la inspiración que deja en mí; flores que matan a los convidados, la tragedia en un imperio, las pasiones y el desenfreno. Pétalos, gestos suaves, música y bellísimas texturas (1)... Algunas escenas han surgido, pocas aún, no importa, algo completo llegará en su momento.

Por lo pronto un poema quedó ahí y es ahora mi mejor recuerdo y mi mejor manera de compartirlo.


(1) Contrario a muchas otras pinturas en la que la fotografía hace incluso una mejora a los colores o a las dimensiones del cuadro original, en este caso "The Roses of Heliogabalus" es verdaderamente impresionante en su original. Tomemos la fotografía que publico sólo como un simple punto de referencia visual.


jueves, 25 de septiembre de 2008

Imágenes de una representación de "La Maraña" producida por la nueva Esférica Ludens.




Como reporté en mayo de este 2008 (1) Esférica Ludens volvió a la vida (ya sin mi dirección) con la producción de La Maraña, una pieza de Antonio González Caballero, representada durante el homenaje nacional a éste nuestro maestro y gran autor. Unas semanas después mis compañeros de Esférica Ludens me enviaron fotografías y algunos videos de una de sus presentaciones en el Foro el Foco (o Foro de la comedia) en la ciudad de México.

Desde luego no soy capaz de hacer una crítica del trabajo, primero porque son mis amigos-colegas y mi crítica sería peligrosamente subjetiva, y segundo (principalmente) porque no he visto el trabajo como tal si no a partir de esas mismas fotografías y videos que me enviaron.

Prefiero ante todo compartir esas imágenes y que ustedes mismos hagan su propia apreciación. Mi mayor deseo es que Esérica Ludens siga trabajando, realizando nuevas producciones y evolucionando en su manera de hacer teatro.

La Maraña fue dirigida por Francisco Camacho (quien también actuó) y actuada por Guadalupe Durón, Javier de la Vega, Marisol Solorio, Tomás Esperanza y dos actores más invitados. Según tengo entendido la música utilizada en la producción fue creada especialmente para ella.

Edité el video que me ellos me enviaron y realicé un slideshow de las fotografías...




Video introductorio de La Maraña


Foto slideshow de La Maraña




viernes, 19 de septiembre de 2008

Los Templos teatro de la ciudad vieja de Pingyao


Existe un idea común dentro de la cultura china que es casi imposible de encontrar (en concreto) en el norte del país, y es la idea de teatro y religión como una sola entidad física. El teatro en China ya no es visto como algo sagrado o ligado íntimamente a la religión pero está reconocido su primario origen religioso, y más aún reconocida la fuente de muchas de sus historias, que prevalecen hoy en día en la opera china, en los mitos sagrados; se dice que algunos edificos teatrales de hoy día están construidos donde había habido templos y que incluso en algún momento funcionaron dentro del mismo espacio (1), pero al menos en Pekín (y demás ciudades del norte) uno no se topa con ninguno en el que se conserve o perciba claramente esa unión física.

Es por eso que cuando visité, en julio de éste 2008, la ciudad antigua de Pingyao en la provincia de Shanxi (a una hora de vuelo de Pekín) quedé muy sorprendido de encontrar tres edificios teatrales no donde había templos sino construídos dentro de los templos mismos, formando parte de todo un complejo religioso. Lugares a donde la gente se dirige actualmente a adorar y en se está físicamente de un lado en una capilla y del lado contrario en un edificio teatral.

Cada uno de estos templos en Pingyao (taoístas todos) tiene su propio escenario, escenario que es prácticamente del mismo tipo que cualquier otro de teatro tradicional chino, pero no con la belleza, el detalle y la pureza del estilo arquitectónico que los grandes teatros de la corte de la dinastía Qing poseen (2), acaso más simples y antiguos; y es precisamente que Pingyao tuvo su apogeo no durante la dinastía Qing (entre 1600 y 1900) sino durante la dinastía Ming (1200-1600), cuando era uno de los principales (sino el mayor) centros financieros de China. Los que conocen pueden encontrar en estas construcciones detalles de los estilos de las dos dinastías en ellos.




Pingyao tiene una gran importancia debido a que es una ciudad china del siglo XVIII conservada casi en su totalidad, con una gran muralla alrededor, palacios, casas, edificos gubernamentales, tiendas, escuelas, templos y por supuesto teatros. Construida alrededor del año 1200 tuvo su momento de mayor esplendor durante los últimos años de la dinastía Ming (siglo XVII). A principios del siglo XIX, cuando el antiguo sistema financieron chino cayó ante la incursión de los bancos occidentales en la costa este del país, Pingyao fue prácticamente abandonada, y durante más de 100 años no se dieron significativos cambios en la ciudad. No fue sino hasta finales de del siglo XX que la UNESCO y otras organizaciones tomaron a su cargo la conservación de la ciudad que se encontraba en un punto de posible destrucción debido al abandono. Fue entonces declarada patrimonio cultural de la humanidad e inició su renacimiento ahora como punto de interés turístico.

La ciudad cuenta ahora con un teatro moderno y otro más de estilo "casa de té" (3) donde regularmente se dan presentaciones, propias para turistas, de danzas locales, canciones y por supuesto representaciones de escenas de la ópera de Shanxi, pero aquellos templos teatro de los que vengo hablando están sin usarse la mayor parte del tiempo.

La historia de las representaciones teatrales dentro de los templos chinos es un capítulo muy interesante a tratar en algún momento; en general servían como medios para comunicar mensajes de gobierno, puesta en escena como ofrendas a las deidades o como simple entretenimiento dentro de los festivales, aprovechando las multitudes que se daban cita en ellos.




Quiero remarcar un detalle curioso en la arquitectura de estos escenarios teatrales dentro de los templos en Pingyao, y es que la entrada principal al mismo era por medio de un túnel exactamente por debajo del escenario.




Chenghuang Temple-Theatre in Pingyao


Chinese Opera Theatre Stage at Chenghuang Temple (Pingyao) from Gustavo Thomas on Vimeo.



Caishen Temple-Theatre in Pingyao


Caishen Temple-Theatre in Pingyao Ancient City from Gustavo Thomas on Vimeo.


Cuohou Temple-Theatres in Pingyao


Cuohou Temple-Theatres in Pingyao Ancient City from Gustavo Thomas on Vimeo.












(1) El teatro Zhenyici en Hepingmen (Centro de Pekín) is uno de ellos. Hoy totalmente reconstruido.
(2) Ver mi entrada del 25 de marzo de 2007: "China: Teatros de la corte de la dinastía Qing (Primera parte)"
(3) Preparo una entrada especial sobre la presentación que vi en el teatro estilo casa de té.






lunes, 15 de septiembre de 2008

Un retrato de Strindberg colgado en el estudio de Ibsen




La lucha que se evidencia desde finales del siglo XIX entre el realismo y el supernaturalismo en muchos ámbitos del arte pero en especial dentro del teatro tiene un paralelo evidente, estoy convencido de ello, en la lucha entre sus dos mayores exponentes dentro del teatro moderno, Henrik Ibsen y August Strindberg; sus corrientes son un encuentro entre lo consciente y lo inconsciente, entre la idea de la personalidad y la del yo interior o inconsciente.

Sin embargo la relación personal Ibsen-Strindberg es un tanto desconocida por aquellos lectores de uno u otro autor, y es a su vez un curioso apartado en la historia del teatro y del arte en general (1). Dos genios que nunca se conocieron en persona pero que tenían una íntima y dramática relación entre ellos. Dos visiones opuestas del teatro, de la literatura y del mundo en que vivían, y que sólo tuvieron un punto en común durante el intento de imitación de la obra de Ibsen que Strindberg mantuvo durante los primeros años de su carrera como escritor.

Strindberg vivió una verdadero obsesión por la obra y la persona de Ibsen, pasó de ser primero un emulador y admirador del escritor noruego a después convertirse en uno de sus más acérrimos críticos. Sus ataques eran directos, continuos e iban desde análisis profundos del trabajo ibseniano hasta simples y llanas ofensas a su actuar social.

Ibsen nunca comprendió aquellos ataques o nunca quiso mantener una pelea abierta (ni cerrada) con Strindberg; su posición en la sociedad intelectual de Europa de cualquier manera era bastante más alta y en el camino de las comparaciones de la época él salía indudablemente ganando, no tenía porqué escribir una sola palabra en contra de la obra o de la persona de Strindberg.

Sin embargo esa indiferencia ante los ataques del escritor sueco no significó en absoluto que Ibsen no se detuviera a contemplar al gran hombre y artista que Strindberg era.

Cuando Henrik Ibsen se encontraba, el 13 de abril de 1898, en Estocolmo celebrando su cumpleaños número 70, (sí, no era su país natal pero el gobierno de Suecia le ofreció homenajes en su honor), un periodista sueco le preguntó su opinión sobre Strindberg. Ibsen describió al autor sueco, 27 años más jóven que él, como -“Un gran talento”- y continuó, -“no lo conozco personalmente –nuestros caminos nunca se han cruzado- pero he leído su trabajo con gran interés. Nada menos, su última obra, Inferno, me ha dejado una muy fuerte impresión.” (2)

La impresión que Strindberg ejercía en Ibsen era tal que mantenía, desde años atrás de esa declaración, dentro de su propio estudio en Oslo, una pintura con el retrato del artista sueco. No lo conocía personalmente pero había quedado prendido a su imagen, a su personalidad y a la fuerza de su trabajo literario.




En 1893 mientras vivía en Berlín, August Strindberg posó varias veces para el pintor noruego Christian Krogh quien realizó siete retratos de él; uno de esos cuadros fue adquirido por Henrik Ibsen, según cuenta él mismo “por la relativamente hablando ridícula suma de 500 coronas”. El estudio de Ibsen (y su apartamento completo) se conserva en el Ibsenmuseet (Museo Ibsen) en Oslo (3), pero ya no contiene la pintura de Krogh que ahora cuelga en el Museo de Arte Popular de Noruega.

Ibsen veía en Strindberg una poderosa figura casi de orden mitológico; el retrato pintado por Krogh no solamente estaba colgado en su estudio sino que tenía un lugar preponderante dentro del mismo, exactamente frente a su lugar de trabajo. Decía que le gustaba mirarlo mientras escribía, y que le parecía que el hombre del retrato lo miraba directamente como “un demente dirigiéndose a él con sus enloquecidos ojos”. Gustaba especialmente de observar esos “demoniacos ojos”, y en algún momento de su vida remarcó “El es mi enemigo mortal; él debe colgar ahí y observar todo lo que escribo”. (4)


Las citas de la boca de Ibsen son evidentemente claras, esa fuerte impresión no se puede ocultar.

La personalidad de Ibsen, reservado como era y profundamente correcto (aún en sus más sonados escándalos) dió muy poco para reconocer en él sus grandes miedos, obsesiones y pasiones personales, pero indudablemente libró una lucha con aquellas fuerzas que August Strindberg y su obra representaban; el cuadro colgado en su estudio es un prueba de la presencia de lo “otro’ en su vida creativa, de su lucha y por su puesto de su admiración.

El director teatral August Lindberg, amigo de Strindberg, cuenta cómo visitando el estudio de Ibsen éste le preguntó sobre si el retrato que colgaba en su pared se asemejaba al Strindberg real, entonces y sin esperar respuesta, Ibsen se le acercó y en un casi susurro, intentando tal vez no ser escuchado, aseveró “¡Un hombre remarcable!”.



(1) En un curioso e interesante ensayo Barbara Lide de la Universidad Tecnológica de Michiganexpone la relación “admiración-odio-temor” de dos de los más grandes escritores y dramaturgos del teatro moderno, extraña relación que posee todos las características de las corrientes a las que cada uno de ellos pertenece en el campo del Teatro.
(2) La mayoría de las citas las he extraído tanto del libro “Henrik Ibsen and the Birth of Modernism” de Toril Moi (Oxford University Press. London, UK 2006) como del artículo “Strindberg’s Ibsen: Admired, emulated, scorned, and parodied” del Barbara Lide (Michigan Technologial University, que a su vez se basan en la básica biografía de August Strindberg realizada por Meyer.
(3) La presencia del retrato de Strindberg pintado por Krogh en el estudio de Ibsen es reconocida a través de citas directas del mismo autor noruego, así como de amigos y conocidos de él. La información la tomé tanto del libro de Toril Moi como del ensayo de Barbara Lide.


Estudio de Ibsen. Ibsenmuseet, Oslo.

(4) Una de las frases de Ibsen (traducidas al inglés) que se conservan en su aprecuiación del cuadro es "Insanity Emergent".



miércoles, 10 de septiembre de 2008

Un espectáculo unipersonal de Ana Elisa Fernández, "El Círculo que Gira".



El mes pasado recibí un inesprado correo electrónico de una antigua compañera y amiga con quien compartí unas de mis más intensas temporadas de creatividad escénica, mis años en Escenología, entre 1992 y 1994 (1).

Aún ncuando esos años nunca terminaron en ningún espectáculo concreto, inevitablemente marcaron nuestro futuro trabajo teatral: un profundo conocimiento sobre las acciones físicas y el entrenamiento físico para la escena.


Este Blog de teatro fue el medio por el que Ana Elisa me volvió a encontrar, y después de algunas palabras que nos ponían al día de nuestra vida personal entramos de lleno a actualizarnos también en todo lo referente a nuestro trabajo profesional. Ella me envió algunas fotografías de su espectáculo y escribió unos párrafos con lo que considero interesantes palabras.

Aquí algo de lo que ella escribió:

"Yo percibo de forma lejana aquel tiempo en Escenología, casi, casi como si hubiera sido en otra vida, pero en mis entrenamientos, en escena, me doy cuenta que me sirvió de plataforma para desarrollar un crecimiento y una conciencia de mí misma. Claro que también lo veo de forma absolutamente subjetiva, finalmente eso es el teatro: asumir tu historia y celebrarla en escena."

No queda por ahora otra cosa más que compartirles aquellas fotografías que Ana Elisa me mandó de su espectáculo uniperosnal "El Círculo que Gira" basado en "Casa de Muñecas":



Ana Elisa Fernández actuando en "El Círculo que Gira"


Ana Elisa Fernández actuando en "El Círculo que Gira"


Ana Elisa Fernández actuando en "El Círculo que Gira"


Ana Elisa Fernández actuando en "El Círculo que Gira"


Ana Elisa Fernández actuando en "El Círculo que Gira"


(1) Escenología es un instituto de investigación sobre artes escénicas dirigido por Edgar Ceballos en la ciudad de México. De 1992 y hasta 1994 Ana Elisa Fernández, otros dos actores y yo mismo formamos parte de un proyecto de Ceballos dirigido a formar lo que sería la compañía teatral de Escenología.


viernes, 5 de septiembre de 2008

Juegos Olímpicos de Beijing 2008: "El Gran Teatro del Mundo" en Pekín 2008 (Cuarta Parte) La vergüenza de formar parte de un teatro de propaganda.




Camino bajo un bellísimo cielo azul, en una temperatura agradable y respiro con suavidad, profundamente, siento el aire limpio que entra a mí. Llevamos sólo unas cuantas semanas con días como éste y pareciera, quisiera, que así hubiera sido siempre.

Las imponentes edificaciones siguen siendo marco de una grandeza que no está por venir sino que ha llegado, y que quiere quedarse por mucho tiempo.

Soy un testigo vivo de una fiesta de dos semanas, fiesta que prepararon los gobernantes de la que va a convertirse en la nación más poderosa del tiempo que me ha tocado vivir. Y hoy una vez más me atrevo a discutir sobre ella y tal vez, como a todo símbolo de poder, a temerle.

China ha querido transformar la percepcion que el mundo ha tenido de ella a través del marco de dos semanas del evento (una fiesta deportiva) más importante de nuestros tiempos, y en muchos sentidos lo ha logrado. El mundo entero se ha convertido en espectador de su nuevo Gran Teatro del Mundo que, como en el barroco de occidente, transformaba el paisaje conocido para dar una idea simbólica del orden (o el nuevo orden) universal en la tierra.

Pantanos se conviertieron en imponentes jardines, casas de campo en gigantescos palacios, pequeñas abadías en monasterios enmarcados de oro; el rey como centro del universo humano, todo girando a su alrededor, y con él todos los demás personajes de esta gran obra teatral que dios había impuesto a la humanidad. Una filosofía del poder.

Escenografía fastuosa, actores en su punto, la presentación de un aparente nuevo orden que con el pretexto de un evento como los Juegos Olímpicos no habíamos visto desde 1936 con la Alemania Nazi; una nación que se enarbolaba como la nueva potencia imperial a venir y usaba los juegos para publicitarlo. No me ofusco, las diferencias entre la China de hoy y la Alemania de 1936 son extremas y evidentes, pero las pequeñas similitudes me hacen contemplar el cielo azul y reconocerlo como lo que es, un cielo engañoso en esta Pekín inventada, como en una obra de teatro, planeando el advenimiento de un nuevo juego de mentiras que hay que aprender a descifrar.

Cuando en mis años universitarios discutía sobre la muerte o sobrevivencia del teatro no percibía del todo la utilidad del mismo en la vida de las naciones y de las ideologías; veía la propaganda pero no la puesta en escena tan evidente como medio para asimilarla. Así como en el barroco no era el dios cristiano quien dictaba el orden universal sino los hombres, de la misma manera no es la omnipotencia del gobierno comunista chino (o esa extraña idea del gobierno del pueblo) el que dicta el nuevo orden, sino unos cuantos hombres que detentan el poder dentro de él; ellos son los autores de una obra de teatro planeada para en dos semanas, decir al mundo -somos nosotros los que vienen, crean en nosotros, disfruten con nosotros, ¡dénse cuenta de lo que podemos y de lo que seremos!-. Y estoy tentado a decir que su manera de reaccionar ante las sorpresas como la violencia en Tibet, el terremoto en Sichuan y las protestas y atentados antes de los juegos, formaban parte de esa gran planeación. No es verdad del todo, claro, pero la improvisación también es un arte de planeacion.

James Reynolds, un periodista de la BBC, se extrañaba de la curiosa manera en que los dirigentes locales chinos transmitían las notas de los acontecimientos a venir, con una total planeación: en el último evento del recorrido de la antorcha en la gran muralla los periodistas recibieron a las 6 de la mañana un comunicado y recuento de los eventos, escrito en pasado, sobre los acontecimientos a venir unas horas adelante; se hablaba no de los acontecimientos solamente sino incluso de la manera en que la multitud reaccionaba, de sus gritos e impulsos; lo más sorprendente es que horas después cuando todo sucedió, sucedió como estaba ahí escrito: no fue el orden de los acontecimientos sino la seguridad de la planeacion en el ánimo de la gente, en sus impulsos, en sus pasiones. Los temores de la ciencia ficción siempre han estado aquí.

El último día de los juegos tuve la suerte de tener una entrada para la ceremonia de clausura, ceremonia a la que había soñado asistir desde que era un niño (no importaba si era Pekín o París o Londres); pero ahora ahí, con toda esta mentira a cuestas que durante tres años y dos semanas he experimentado en el Pekín olímpico, me parecía el acabose, el último desagradable espectáculo de un enorme parque de diversiones al que nunca debiera haber entrado.

Como un ingenuo mortal en el Versalles del siglo XVII me paseaba por ese gigantesco parque olímpico en forma de dragón, entre lagos, calzadas, fuentes musicales e inmensas y únicas construcciones; entraba al estadio olímpico y me disponía a observar el espectáculo preparado por el Vatel chino (o peor, por su Leni Riefenstahl como algunos lo llaman), Zhang Yimou. Ahí nada nuevo teatralmente, todo ya antes visto en Barcelona, en Seúl, en Atlanta, en Atenas, pero aquí más fastuoso, gigantesco, inmenso; no cinco, no diez, sino mil, dos mil participantes en un acto; mil en otro, mil más allá; imágenes apoteósicas, como en un cine de masas; el problema entonces no es imaginar, sino cuánto dinero hay para gastar.




Yo, como los otros 90 mil espectadores que estabamos ahí (incluyendo las decenas de dignatarios y gentes del gobierno chino), nos perdimos del verdadero espectáculo que se dio en la televisión; preparada especialmente para la pantalla, la ceremonia de clausura teatralmente (es decir, en vivo) carecía de una estructura de unión, demasiada preocupacion por cambios y mucho movimientos en ello, pero en la television no hubo errores; yo y miles de espectadores de mi lado del estadio nos perdimos de ver la llama apagándose, no así nadie en la television;, esque nosotros estábamos muy ocupados prendiendo nuestras llamas en el momento indicado y dispuestos a llorar en el acto; éste como otros detalles de aquella ceremonia sólo aparecieron cuando la ví dos díás despué en casa.

Entonces volví a pensar y la coléra surgió: yo fuí parte del espectáculo, un espectáculo teatral creado para la pantalla de televisión, para la imagen a través de los medios.; yo era un actor más dentro de este gran teatro del mundo chino, no un espectador como lo decía mi boleto, o en todo caso mi papel era el de un espectador extranjero que venía a vitorear y sorprenderse de la nueva maquinaria de sueños china. Sí, al llegar al estadio recibí una bolsa no con recuerdos de la olimpiada sino con aditamentos para usar en determinadas partes del espectáculo; un grupo de maestros de ceremonias aparecieron antes de la apertura de transmisiones dándonos indicaciones de qué hacer, cómo y cuando hacer “algo” con esos objetos, todo muy a la manera china, sonrientes e invitándonos a compartir. Seguramente estaba ya escrito en el boletín de prensa, mis gritos, mis sonrisas, mi manera de reaccionar ante el espectáculo y sus sorpresas; alguien ya había contado días o meses atrás lo que todos ahí haríamos y sentiríamos durante los juegos, durante esa ceremonia de clausura.

Disfruté estar ahí, sin duda, disfruté ver a los chinos orgullosos cantar su himno, disfruté ver una torre emerger y llenarse de miles de diminutos seres como en una película de Griffith y crear entonces su torre de babel (una antorcha en realidad), me emocioné pensando en el parecido que esas multitudes dentro del estadio tenían con aquellas de la primera versión de King Kong en los años 30 del siglo pasado, pero también me fue, me es ahora, particularmente desagradable el haber formado parte, sin tener la conciencia de ello, de un detestable teatro de propaganda.

Punto final a la Pekín olímpica (las fiestas del barroco también tenían su fin, y se olvidaban). Sigo viviendo en China, sigo disfrutando de su cultura y de sus logros, sigo gastando todo mi dinero en este país comiendo, viajando y disfrutando; seguiré entonces compartiendo mi personal creación, sus artes escénicas y lo que suceda alrededor de ello.


Video con mi visión (desde adentro del estadio) de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos

The last day. My view from inside the stadium. from Gustavo Thomas on Vimeo.

Gustavo Thomas. Get yours at bighugelabs.com

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