jueves, 30 de octubre de 2008

EN EL JARDIN DE ANTON. Las cartas de Antón Chéjov y Olga Knipper.




"¿Quién te envuelve, bello Antón?"


Hace más de 15 años me preguntaba sobre el misterio de su persona y su escritura, y a mi vez escribía:

"¿Quién te envuelve, bello Antón?
Tu misterio se escribe en la cara.

Tus lentes, reflejo ríspido de soledad,
de ambición desmedida por la nada.
"

Veía continuamente la única foto disponible en aquél sin tiempo del no internet, la contemplaba tratando de descubrir sus secretos ocultos tras la imagen sin color; su vida llegaba a mí a cuenta gotas, todo lo que conocía de él eran sus obras de teatro traducidas al español y unas simples notas informativas como su biografía.

Entonces llegaron algunas cartas a mí, muy pocas frases cortas escritas más allá de su obra, palabras de su vida como escritor; algunos consejos a su hermano, algunos comentarios sobre su disgusto por ciertas libertades que el Teatro de Arte de Moscú se daba con sus piezas.

Y volvía a esa única foto disponible, y escribía sobre ella...

"Sonrisa que no existe.
Monalisa rusa de color sepia.

Hombre-mujer.
Impresión de pasividad."

Sí, no veía un Chéjov sexuado, no lo veía abierto, ni amoroso, ni amado. Era una sola imagen en un libro y palabras escogidas para decir algo; una extraña combinación de ideas se sobreponían en mi memoria. Y aún así lo veía hermoso, a él, al hombre.

"¡Ay, bello Antón!"

Y a su obra...

"Cada palabra desluce mis ironías;
tus diálogos desnudan mi alma,

su alma,

y la de los demás...

"Cada palabra tuya espera,
se alarga en hermosos silencios;
cada palabra tuya también grita
si deseamos hacerla gritar.
"

Me encontraba fascinado por el misterio, claro, de su obra, de sus secretos y de su inmensa fama. Me pregunto, ¿por qué entonces lo veía también como parte de un fracaso?

"¡Ay, Antón, que lloras y glorificas tu fracaso!"

Sabía de su disgusto, de su continua enfermedad, de su vida alejada en una puerto en el sur del entonces imperio ruso.

Escribía poemas dedicados a él basado en pequeñas historias y en impresiones de su obra; poco a poco mi lectura se repetía, una y otra vez sus obras, una y otra vez sus cuentos y sus historias, aquellas pocas cartas otra vez; y cuando llegaron los idiomas a mi vida (inglés y francés), llegaron a sí mismo las diferentes visiones que las traduciones a otras lenguas nos dan y con ello las puertas que se nos abren.

En diciembre de 2004 decidí tomarme una semana para empaparme totalmente del teatro francés del momento; tuve 6 apoteósicas noches de funciones teatrales: Le Cirque Antoine, tres puestas de Peter Brook, el Théâtre du Soleil y Arianne Mnouchkine, entre otros. Me fuí al teatro del segundo piso del Théâtre de Champs Élysées a ver no sin emoción, en una producción bajo la dirección de Peter Brook a Natasha Parry y Michel Piccoli, “Ta main dans la mienne”, pieza basada en las cartas que se escribieron durante 6 años Antón Chéjov y Olga Knipper.



“Lui : - Je prends votre main dans la mienne -
Elle : - C’est ainsi qu’il les a signées - ses lettres - ses lettres à Olga -
Lui : - 400 lettres. -
Elle : - 412 pour être exact - d’abord en amis -

Lui : - ensuite en amants -

Elle : - ensuite en mari et femme -

Lui : - une vie de passion en six courtes années -
Elle : - Il était écrivain -
Lui : - elle était actrice -
Elle : - et ils se sont rencontrés - comment se sont-ils rencontrés ? -
Lui : - J’ai oublié ! -
Elle : - C’était à une lecture - une lecture de La Mouette. Avril 1898 - tu t’en souviens?” (2)


La obra me presentó por primera vez a un Chéjov enamorado, cuasi apasionado por una mujer (eso era una sorpresa, claro); me presentaba también a un Chejov hombre común, hablando con menos “sentido chejoviano”, bueno, no totalmente. Por alguna razón (aparentemente obvia) se decidió que la obra fuera en su mayor parte hablada en pasado; eso la hizo chejoviana, eso me hizo perder al hombre real recién encontrado, era como un Chejov escrito por Chejov. Aún así disfruté la pieza enormemente.

Algo más de esa puesta en escena de Brook quedó grabado en mi memoria, Chejov era viejo, muy viejo; Michel Piccoli apenas podía mantenerse en pie, era un hombre de voz acabada, un anciano, y cuando hacía de joven parecía un viejo tratando de sentirse juvenil; Natasha Parry era también una mujer mayor, pero olvidando sus hermosas arrugas, al expresar su amor, su ensoñación por el gran autor, con esa su sutil emotividad, nos hacían olvidarlo todo, ella era Olga Knipper, la actriz alemana eterna esposa de Chéjov quien recordaba las cartas en sus memorias.

Antón Chéjov quedó entonces partido en dos en la imagen de mi memoria: una foto de un hombre joven, quizás maduro, con aire de soledad y simpleza; y una representación de un hombre viejo, vivo, amoroso, al que había visto morir en escena.

¿Chéjov viejo?...

En el año 2007, al retomar el texto del método de actuación de Antonio González Caballero, con toda esa parte dedicada a la corriente naturalista de la actuación moderna propuesta por el autor Chéjov, tuve que volver al artista y al hombre, y para profundizar en ello encargué dos libros, “The Moscow Art Theatre Letters” y “Dear writer Dear Actress(1), los dos recopilaciones realizadas por Jean Benedetti. Era también la época (que se alarga indefinidamente) de la catarata de información e imágenes que el internet provee.

El libro de las cartas del Teatro de Arte de Moscú sólo corroboró mis opiniones y datos sobre la opinión que Chéjov tenía de sus puestas y de Stanislavski mismo, pero fue “Dear Writer Dear Actress”, con las cartas escritas entre Chéjov y Olga Knipper, el que provocó una revolución en mi percepción del hombre que escribió uno de los conjuntos de piezas más famosas del teatro universal.


Habiendo cumplido mis cuarenta años, acostumbraba despertarme casi de madrugada con una extraña sensación de juventud aparentemente interminable; extrañado me miraba al espejo y me sorprendía de aquello que la naturaleza, la genética y el ejercicio mantenían en mi físico; esa era la época en que leía que Chejov a la misma edad se sentía viejo,... a los cuarenta años, a mis cuarenta... Enfermo de tuberculosis veía la vida irse mientras el amor le llegaba con todo su poder; encarcelado en una Yalta aburrida, inculta y solitaria, sus escritos vivían un éxito que él simplemente no podía disfrutar.

Sólo la ironía salvaba su mente.

-¡Mi perrita!-” (¡qué fuerte nos suena en español!), así llamaba, entre decenas de otros ridículos sobrenombres, a Olga Knipper, su querida esposa. En un amor de 6 años se encontraron juntos sólo unas cuantas veces, y creo fervientemente que fue eso lo que mantuvo ese amor a flote el tiempo que duró. Poco sexo sí, pero intenso en su momento, sexo que los llevó a esperar un hijo, abortado accidentalmente, que se llamaría Pánfilo.

Cartas y cartas que nos muestran lo extraño que era servirse del correo en aquella época; entre Yalta, Moscú y Petesburgo, entre Niza, Nápoles y Roma. Cartas que llegan semanas tarde, unas que arrivan antes que otras, respuestas a otras de semanas atrás,...

-¿Por qué no has escrito?-,
-¡Pero si te he mandado dos cartas cada día!-,
-No estés triste.-,
-No estoy triste, eso te lo escribí en la otra carta, ahora estoy feliz-,
-Me dicen que estás enfermo-,
-Ningún problema de salud ahora-,
-No mandes cartas a Roma, manda a Nápoles; no he podido recibir ninguna tuya.-


... Un mundo maravilloso de equívocos sentimentales que nunca llegan a convertirse en equívocos de vodevil, como tampoco sucede con sus “comedias”.

Cartas que me presentaban a un delicioso Chéjov que se lava poco, que se lava el cabello aún menos, pero que se cambia de ropa un tanto más seguido; que disfruta de un perro amigable hasta que el perro prefiere dormir en el cuarto de su madre.

Chéjov, el hombre, vive el amor extraño y trágico de un joven que vive como viejo, que no puede subir escaleras, que sufre de frioleras, de indigestión, de diarreas continuas, y de una mujer actriz y fiestera que pierde en su turbulento ritmo de vida a su hijo. Un hombre que ama las flores, que se ocupa y preocupa de un jardín que a veces enloquecía de ansias tropicales y que otras permanecía tan aburrido y seco como sus vecinos de Yalta.

Aquellas cartas me mostraban también a un Chéjov amigo preocupado por la salud de Tolstoi y por las camisas folclóricas de Gorki, preocupado por la falta de talento de su querido Nemirovich Danchenko y por los desvelos de su mujer; es un hombre que sueña con una casita de campo cerca de Moscú y con disfrutar de las noches intelectuales y estúpidas de una gran ciudad. Chéjov es un hombre que goza de fama nacional pero de una total ignorancia internacional, que puede viajar por Europa e ir al teatro y no ser descubierto por nadie; bromeaba con su esposa por ser una actriz que gracias a un próximo contrato se haría tan famosa como Sarah Bernhardt.

Chéjov en sus cartas es un hombre olvidado en un mundo pequeño y alejado, avejentado, enfermo, un hombre sonriente e irónico que goza de ver como la gente vive mientras su esposa lee o canta a su lado. Un hombre que todo el tiempo pierde confianza en su escritura y de pronto se agiganta de seguridad al ver terminada una pieza.

Chéjov, según leí y leo ahí, fue un hombre que antes de morir dijo una frase en alemán y bebió un poco de champagne...

*

Hoy, volviendo a ver su foto, escribo aquél primer poema así:



En el jardín de Antón


¿Quién te envuelve, bello Antón?


Tu misterio se escribe en tu cara.

Tus lentes, reflejo ríspido de soledad;

de ambición desmedida por la nada.

Sonrisa que no existe,

como una Monalisa rusa de color sepia.

Eres un hombre-mujer,

impresión de eterna pasividad.

¡Ay, bello Antón!

Cada una de tus palabras desluce mis ironías.

Tus diálogos desnudan mi alma,
su alma,

y el alma de los demás.


Cada una de tus palabras espera,

se alarga en hermosos silencios.
Si queremos las hacemos gritar.


Grita diciendo uno o dos...

¡Ay, Antón que lloras y glorificas al fracaso!

¡Revolucionario de 40 años que a nadie mató!






(1) “Dear Writer Dear Actress” The Love letters of Anton Chekhov & Olga Knipper. Selected, edited and translated by Jean Benedetti. Methuen. U.K. 2007.
(2) Texto original de la obra "Ta main dans la mienne" (Tu mano en la mía).

“El : - Yo tomo tu mano en la mía -
Ella : - Es así que él las firmaba - sus cartas - sus cartas a Olga -

El : - 400 cartas. -

Ella : - 412 para ser exacto - al principio como amigos -

El : - después como amantes -

Ella : - después como marido y mujer -

El : - una vida de pasión en seis cortos años -
Ella : - El era un escritor -

El : - Ella era una actriz -

Ella : - y ellos se conocieron - ¿cómo se conocieron? -

El : - ¡Lo he olvidado! -
Ella : - Fue durante una lectura - Una lectura de La Gaviota. Abril de 1898 - ¿Te acuerdas?
"


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