sábado, 10 de octubre de 2009

Escombros, mi primera obra de teatro, y las delicias del Internet.




Había pasado sólo un mes del terremoto del 19 de septiembre de 1985,... Aún con el shock que ver gran parte de mi ciudad destruida me daba, acaso por la curiosidad de un escritor en ciernes, realizaba un paseo macabro por la zona más devastada; entre decenas de ruinas llegué a aquellas de un edificio que recordaba había tenido más de 10 pisos y ahora sólo era un gigantesco hoyo relleno de cascajo con un automovil de cabeza. Esa misma noche comencé a escribir la historia de un joven atrapado entre los escombros que viviría sus últimas horas de vida entre los dos fuertes temblores, los días 19 y 20 de septiembre. Era un juego escénico en el que compartiría mi sarcástico humor adolescente y mis vagas dudas sobre el qué hacer ante la inminente muerte de un suceso como el que acababa de vivir.

Era mi primera obra y no mucho sucedería con ella en esos años; el gobierno de aquella época prohibió cualquier publicación o espectáculo con el tema; lo único que podía hacer era leerla a mis maestros y a mis compañeros de estudios. Entonces la obra evolucionó de diferente manera: algunos maestros dramaturgos me ayudaron a afinarla y a la par a darme mis primeras clases de escritura teatral, algún director quiso montarla y también le dió sus retoques, pero la prohibición del gobierno continuó y mis estudios me hicieron olvidarla; vinieron otras obras y Escombros no fue estrenada sino hasta 1996 en el Foro Luces de Bohemia bajo la dirección de Renato de la Riva. La obra había tenido un cierto éxito en el ciclo de lecturas dramatizadas del Foro Luces de Bohemia que yo ayudé a organizar, y eso me empujó a proponérsela a de la Riva. La obra me valió una nominación para la revelación dramatúrgica por una de las tantas asociaciones de críticos de teatro de México y, en 1998 Morelos Torres (poeta, dramaturgo e historiador), entonces funcionario de la UNAM, me pidió la obra para publicarla en la revista universitaria Punto de Partida en su número 106.

Después de su publicación fui perdiendo poco a poco los 10 ejemplares que me habían regalado como pago por la pubicación y no supe más de ella; viajes por el mundo y varios cambios de casa me llevaron a perder el original y, como todo capítulo acabado en la vida éste debía de aceptarse y seguir ya sin él.

Es hasta ahora, septiembre de 2009, que en una estúpida (por fortuita) búsqueda en Google llegué a la página de la misma revista Punto de Partida, y caí en la cuenta que ahora la revista tiene digitalizadas todas las ediciones de los años 80 y 90, busqué Escombros ¡y ahí estaba! Mi obra seguía viva gracias a esa obstinada idea de los estudiosos y seres comúnes de nuestra época por digitalizar todo aquello que llega a sus manos.

Esa es una de las deliciosas experiencias de la existencia y el uso del Internet.

La emoción de haberla reencontrado me lleva a compartirla con ustedes en éste mi Blog, y también a exponerla (es un hecho) a un público nuevo que sabe poco de aquél evento trágico que me conmocionó durante mi adolescencia y me provocó escribirla, a su vez éste será un público lector que sabe nada o casi nada de mi obra dramática posterior (que se ha ido realizando dentro de los muros de mi aislamiento desde 2003, cada vez más en lo que ya considero en una absurda intimidad). Escombros tiene, desde mi punto de vista, cierto encanto y mucha inmadurez, pero la estimo demasiado como aquél primer paso que me llevó a amar el teatro también por las palabras que se escriben y se dicen en él.


La revista en su versión electrónica la pueden encontrar en el siguiente link:

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