sábado, 13 de junio de 2009

Teatro La Fenice presenta "Madama Butterfly" en Pekín.




Cuando supe que el Teatro La Fenice venía a presentar "Madama Butterfly" a Pekín, no dudé ni un instante en ir a verla. El Teatro Nacional (o Centro Nacional de las Artes Escénicas) sería un hermoso marco para esta nueva producción.

Soy sólo un aficionado de la Ópera, bastante rudimentario diría yo, y esta pieza de Puccini es un evento "imposible de perderse". Gente de teatro como soy, amante de las vanguardias y de la exploración, he tenido siempre mis reservas sobre la poca evolución "teatral" de este género escénico, y muchas veces he estado en contra de las formas de modernizar los montajes de óperas cumbres. Adoro aquellos momentos en la historia de la ópera donde había novedad y cambio: Haendel, Wagner, la Opera realista, los postmodernos; directores que como Stanislavski que buscaban un verdadero actor para el género; pero así mismo adoro mantener una ópera tal como fue creada y para lo que fue creada; al final es un género que como el ballet nos sirve para conocer también las necesidades escénicas de una época y disfrutar del gusto estético a través del tiempo; la ópera nos permite con su propia codificación ver un Ariosto casi tal como fue representado en su momento, o una ópera de Verdi repitiendo un estreno en la Venecia del siglo XXI.

Comentaba a un amigo que gusta de escuchar la ópera pero no de ir a ver los montajes, que en realidad mi única pasión por ella era "vivirla" como espectador, es decir, escucharla en vivo, y no temo soportar montajes absurdos, actuaciones sosas y tedio dramático, sólo por el hecho de escuchar esa música y esas voces en frente de mí. Pero en el fondo siempre guardo la esperanza de ver un montaje que me haga sentir verdaderamente en un evento escénico total de primer orden y quedar para siempre grabado en mi memoria; bueno, no fue el caso de esta producción de La Fenice.


Haciendo a un lado la siempre alta calidad de voces y música en una compañía como ésta, y que disfruté enormemente, el montaje en sí no fue de mi agrado; sentí que una escenografía tan "excesivamente" moderna (minimalista nórdico-japonesa con juegos de perspectiva, diría yo) hacía perder el juego "realista" de una de las más conocidas óperas de Puccini, hacía perder también ese gozo del melodrama que ofrece la historia misma; historia de por sí absurda desde su origen, con una orgía desbocada de nombres y conceptos ignorantes de la cutura oriental, pero que dentro del código del melodrama de la ópera funcionan e incluso ayudan a exhaltar las pasiones y la emoción en el espectador.

Ya me he adaptado a los excesos del vestuario y del maquillaje en los personajes masculinos japoneses que aparecen en esta ópera, parece que es una regla en todo montaje de ella, y con la versión actual no fue la excepción (aunque creo que los espectadores chinos la habrán visto como algo verdaderamente extraño e incluso ridículo): personajes disfrazados como "chamanes" orientales estilizados con motivos de la ópera china o del Kabuki japonés, y con muñecos colgando en su cuerpo, tal como se oye.

Esta vez, Butterfly, su cuerpo, más allá de la siempre pesadez de las actrices de ópera, padecía de debilidad y monotonía, con una "aparente" frialdad japonesa, sus movimientos eran dirigidos con exceso y duros (cortando aire con las manos dirían algunos de mis más viejos maestros de actuación), y con una escena sola, desde mi punto de vista, para recordar: aquella donde Butterfly decide esperar con su hijo y la criada la llegada de Pinkerton, de quien se sabe que ha vuelto a Japón; música bellísima y suave, llena de una sensación de soledad, y de impotencia; el director los sienta a la usanza oriental (sentados sobre sus rodillas) tras una mampara translúcida, sin ninguna acción, sólo esperando; fueron algunos minutos de nada de movimiento y gran belleza.

El final de la obra tuvo un curioso cambio, que es muy válido comentar: ¿quién no recuerda que Butterfly muere porque se hace "harakiri" en la desesperación de verse perdida sin marido y cediendo a su hijo? Bueno, pues esta vez, el director Daniele Abbado, en un aparente detalle de genialidad (¿o tosudez?), hace que Butterfly muera de lo que sería un ataque al corazón, ¡vamos, de la impresión¡ La mujer iba a clavarse el cuchillo cuando llega su hijo, olvida el cuchillo por atender al niño, canta su última aria, el niño se va, y ella en la desesperación muere en medio de la escena en una especie de ataque para quedar tendida, muerta, como una mariposa que será clavada por un alfiler.

Ante este momento mi reacción fue totalmente retrógrada, ¡y vaya que me sorprende!: ¿por qué no la dejó morir como "debía" de morir? Todos adoramos el harakiri, ¿quién va adorar un final así?

En fin... Aquí tienen las dos versiones en video: primero la muerte de Butterfly por ataque al corazón, en el montaje que ví pero en una función en Italia meses atrás, y después un video de una versión filmada de la ópera con la clásica muerte por harakiri.



Tuve suerte y encontré en Youtube que alguien videograbó una función casi completa, televisada y presentada en un cine, del mismo montaje pero en Italia; si tienen tiempo podrán ver casi todo el montaje que yo ví en el Teatro Nacional de Pekín, sólo con cambios en los cantantes principales, claro. Es lo que se llama una lista de reproducción, asi que son algo así como 13 videos que se pueden ver en la misma ventana, uno tras otro.



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