La ciudad de Chengde es un extraordinario museo de la diplomacia que nos muestra el dispendio imperial chino: una villa imperial de verano con su propio palacio y un inmenso jardín lleno de pabellones, lagos, puentes y demás edificios característicos de la cultura imperial china; alrededor del parque varias réplicas de grandes templos y sitios religiosos, íconos de las provincias del imperio. El tremendo gasto era el medio diplomático para mantener la unidad del imperio, se trataba de halagar a los gobernadores-súbditos y recibirlos con pompa en su particular ambiente.
En tiempos de la dinastía Qing, entre el siglo XVIII y XIX, y para la visita del Dalai Lama se construyó una réplica del palacio Potala de Lhasa; sus interiores sirvieron tanto de cámaras para los huéspedes como salones de recepción y fiestas. Años después, dentro de uno de los patios principales se construyó un teatro de ópera de Pekín (ópera de Beijing) de tamaño real (es decir de tamaño similar a aquellos que la corte tenía en la Ciudad Prohibida o en el palacio de Verano en Beijing).
Tanto el palacio como el teatro son en la actualidad toda una curiosidad y un gran desperdicio; el palacio fue utilizado sólo para aquella visita del Dalai Lama, y el teatro (construido años después, al final de la Dinastía Qing) unas cuantas veces, gracias a que la emperatriz madre Cixi gustaba de los espectáculos de la ópera de Pekín. Actualmente, dentro de este museo gigantesco que es la ciudad de Chengde, el teatro se ha convertido en un foro de espectáculos para algunos eventos especiales en sentido turístico u oficiales.
En todo caso la importancia del teatro creo radica en lo arquitectónico, en la belleza de sus líneas y en la perfección lograda en su estilo durante los últimos años de la era imperial china. El final de la dinastía Qing se empareja con el momento cumbre de la Opera de Pekín. Así los mejores teatros de este estilo fueron construídos durante y en los ultimos años del siglo XIX; varios de ellos recibieron en su escenario a los grandes maestros del género pero no así a sus más grandes estrellas surgidas ya en los años 20 del nuevo siglo.
Haría con gusto un remarcamiento en la belleza del edificio y de ciertos detalles de este palacio en réplica, su estética es en momentos sorprendente; visualmente quedé verdaderamente fascinado. Habían entonces en mí sensaciones encontradas: por un lado veía una maravilla arquitectónica y por el otro veía una belleza inutilizada. A su vez, la presencia de este teatro dentro de un patio de una imitación del palacio Potala del Tibet me hablaba de la concepción que la mayoría étnica Han en China tenía sobre sus "compatriotas" tibetanos y también me hacía considerar el tema del respeto por las "otras" culturas dentro de un imperio.
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