domingo, 17 de julio de 2011

“Si tú sientes que la flor es hermosa, entonces tú eres hermoso.” (Aprendiendo Butoh con Yoshito Ohno)


Siendo una flor. Estudio de Yoshito Ohno. (Por Gustavo Thomas. Yokohama, 2011)
Yoshito nos cuenta que Hijikata acostumbraba decir: “Tu cuerpo posee todo en su interior, sólo tienes que encontrarlo” y añadía que la manera en que Kazuo Ohno y Hijikata lo hacían era a través del Butoh. Moviéndose cada día, en cada momento de sus vidas, cada momento de duda, de inspiración, de relajación, de crisis; moviéndose en cada momento de disciplina y trabajo, de sueño, de dolor, de recuerdo. Y es cierto, esa actitud es totalmente lógica: ¿cómo podríamos encontrar el todo dentro de nuestro cuerpo si no nos sumergimos en él continuamente, urgando en cada detalle de nuestro desconocido interior? 
La búsqueda la hacemos inicialmente caminando, y la lentitud pareciera una premisa. En ese lento caminar descubrimos que la experiencia también es riesgosa: si nuestro cuerpo lo contiene todo entonces además de la vida y la oración y el amor también contiene la muerte misma y sus fantasmas, aquello que otros sufren y otros se preguntan, la violencia y el rencor, los miedos y las angustias, los labwrintos mentales y los infiernos... Todo. 
En esos juegos de la lógica del ser congruente con nuestro Butoh Yoshito agrega otras palabras de Hijikata: “el cuerpo muerto siempre camina arriesgando la vida”.
Nada en el estudio del maestro Ohno es obligación; una propuesta de movimiento no es una órden, nadie está obligado a buscar sus odios o sus temores o su violencia; todo es simple, suave; algo se comenta, algo se cuenta, algo se propone y entonces debemos movernos. El riesgo llega porque te encuentra mientras te mueves, como la luz de sol o una madre que mece a su bebé.
Así, moviéndome en esa búsqueda del todo en mi interior, pude escribir al final de mi seguna sesión: “Acabo de llegar de mi trabajo con Yoshito Ohno. Hoy, bailando, fuí una flor de tres días, un durazno floreciente que moría con el viento, una oración, y el corazón de un niño.”
Nuestro cuerpo lo contiene todo y puede transformarse en todo. La propuesta fue siempre “sé”, “tú eres...”
“Si tú sientes que la flor es hermosa, entonces tú eres hermoso.” nos decía kazuo Ohno en voz de su hijo Yoshito.
Decenas de fotos tanto de Kazuo Ohno como de Tatsumi Hijikata los muestran “siendo” aquello que imaginan al moverse. Las recuerdo y aprendo también.

Hijikata siendo tierra. (Foto de Eikoh Hosoe para el libro Kamaitachi)

Kazuo Ohno, un estanque. (portada del libro Hidden Body, The World of Kazuo Ohno)

Y dentro de ese estudio y durante varias sesiones fuímos decenas de flores, en diferentes circunstancias y condiciones; fuímos seda, y con ella aprendíamos la suavidad y la dureza de nuestro cuerpo, al ser las características de la seda, tocando la seda, descubríamos en movimiento las características de nuestro cuerpo; y fuímos también bambú, y con el bambú en las manos, exploramos la dureza de nuestro exterior y el vacío de nuestro interior, lo hueco de nuestro físico. 
Trabajando con seda. Estudio de Yoshito Ohno. (Por Gustavo Thomas. Yokohama, 2011)

Lo éramos todo si lo encontrábamos en movimiento. No hay estructuras fijas pero cada sesión se repetían ciertos patrones: Yoshito habla, muestra, demuestra, expone, nos pide movernos a partir de ello, lo hacemos siempre con música, después de unos 5 minutos detiene, continúa exponiendo el mismo tema o pasa a otro nuevo. Así durante dos horas cada sesión. Al final un poco de té y bocadillos mientras comentamos minucias de la vida.
¡Qué feliz fui porque nunca fui juzgado si en realidad era la flor, la seda, el bambú, el mar o la ola! Así es, nunca fui yo (ni los otros) juzgado; éramos invitados a ser y a movernos siendo, sólo eso.
Viendo fotografías de esculturas de Rodin aprendimos que él como el Butoh fueron revolucionarios porque no imitaban el movimiento del cuerpo, sino que eran el cuerpo que se expresaba en sí, era un beso o un abrazo o un orgullo. Aprendimos que los pintores impresionistas como el Butoh fueron revolucionarios porque ofrecían la vida en otros ángulos, y que aquellos impresionistas se inspiraron para descubrir esos ángulos en Hokusai y en especial en su obra “La Ola”. 
Y entonces nos movimos siendo agua, siendo el mar, siendo olas, siendo la fuerza de gravedad, la luna misma, y la ola otra vez. Fuímos, en la línea del agua (y no siempre en la misma sesión), lo femenino y la luna; bailamos con la pieza de Chopin, recordamos a la madre, al seno de la madre; vivimos la noche y retomamos el mar.
Con un pedazo de tela descubríamos la intensidad de nuestro interior: al estirarla (o exprimirla) la intensidad era mayor; al relajar su estiramiento nuestro interior bajaba su intensidad. Jugábamos con emociones sin saber cuáles eran; era mi mente la que se asociaba a algunas, a mi pasado a mis invenciones, a mis deseos ocultos, respondía a aquello que era la tela misma, a mi cuerpo en contacto con la fuerza ejercida a ese pedazo de tela. 
Trabajando en el taller de Yoshito Ohno (Por Gustavo Thomas. Yokohama, 2011)

Yoshito nos habló de los “remanentes de la emoción”, aquello que queda después de exprimir la tela de nuestras emociones, aquello que queda y pesa y que se arrastra en el interior. Mientras lo comentaba se movía, y su caminar era difícil, tenso, cargado. Habló de las dificultades de expresar esos remanentes en la escena, del llamado “forte pianissimo”, y también se movió con gran intensidad pero de una manera extremadamente suave: -“forte pianissimo”- repetía mientras se movía, y nos invitó a probar. “Este es un reto a enfrentarse, a diario”- aclaraba. Kazuo Ohno era un maestro de ese “forte pianissimo”.
En la línea de las emociones las hicimos cuerpo y voz: por una sola vez (y aclarando que lo hacía porque yo era actor), pidió que dijera una frase sobre lo pesada de la vida, en mi idioma, y que la dijera caminando. Todos estábamos cargados de la búsqueda del forte pianissimo. Entonces pidió a uno de los compañeros que se subiera sobre mi espalda y dejara caer su peso en mi; yo debía seguir repitiendo la frase en todo mi caminar. Una de  tantas formas de explorar el "forte pianissimo". Esa noche no hablamos más.

Sentí entonces que la flor era hermosa, y fui hermoso...
Sí, esa noche no hablamos más; pero algunos otros días cantamos...





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