lunes, 11 de mayo de 2009

Festival Monlam 2009 (Año Nuevo Tibetano) Día 3: Procesión de la estatua de Buda Maitreya en el Monasterio Rongwu.






Día 3
Procesión de la estatua del Buda Maitreya en el monasterio Rongwu


Fotografías de la procesión de la estatua del Buda Maitreya en el monasterio Rongwu
Si por alguna razón las fotografías de la presentación se ven mal, haz click dentro del recuadro y te llevará a la página de Picasa donde están todas las fotos.




Narración del evento


Después de dos días de eventos verdaderamente extraordinarios, la idea era descansar un poco e incluso dudamos de ir a ver lo que considerábamos una repetición de la procesión del templo Niantog dos días antes, aquella ceremonia como la de la develación del Tanka habían durado cada una más de cinco horas y creíamos que una repetición iba a ser casi insoportable. Obviamente estábamos equivocados.

El inmenso monasterio de Rongwu no sólo albergaba a cientos de monjes novicios sino que para este evento especial habían llegado muchos más de los monasterios vecinos; éste al parecer iba a ser el primer evento en el que hiciera presencia el Lama Rimpoché, el segundo en jerarquía (después del Dalai Lama) dentro del budismo tibetano.

La conocida estructura se repetía: monjes iban y venían por toda la plaza y en grupos a través del monasterio se les veía ataviados nuevamente para una ceremonia especial, llevando diferentes objetos, cada uno con tareas muy definidas. Dentro del templo principal se reunían una cantidad verdaderamente inusitada de ellos (intenté contar y me detuve en 300 hasta que me cerraron las cortinas). La atmósfera parecía un tanto más caótica que la de los días anteriores, pareciera que no iba a haber una estructura de presentación, pero no fue así; todo se realizó como ya lo habíamos experimentado.

Alrededor del medio día la ceremonia preparatoria dentro del templo terminó y la mayoría de los monjes novicios que rezaban dentro salieron en un flujo interminable, grupos y grupos de mantas rojas salían de ese lugar deperdigándose dentro y fuera de la plaza. Llegué a ver algunos que en grupos de 5 o 6 se metían a autos último modelo y entre la multitud que esperaba la ceremonia pitaban la bocina del auto para hacerse paso y salir del lugar para dirigirse a "comer" (al menos eso me informaron).

Así que debíamos esperar porque todos los monjes, o al menos los novicios, debían irse a comer. La espera no fue larga, menos de 30 minutos y todos estaban de vuelta.

Los cornos sonaron y el caos de la plaza se acrecentó; esta vez preferí situarme en un espacio un tanto alejado y poder hacer tomas desde una pared para controlar más la cámara y no luchar entre los empujones de la gente, así podría usar el zoom de mejor manera para aquellas tomas que lo necesitaran. No fue un paraíso pero me gustó el ángulo desde donde tomé todo; además pude tener contacto con algunos de los espectadores tibetanos, que sin preocuparse que yo no entendía nada de su idioma, comentaban sobre la ceremonia, sobre la presencia del Lama Rimpoché y sobre lo que iba a venir, ¡toda una delicia!

El Lama Rimpoché se sentó en lo alto del templo en una gran terraza, con un grupo de monjes y cerca de un grupo de chinos privilegiados; los demás, todos, estábamos repartidos debajo de ellos en la plaza.

La presentación de grupos, jerarquías religiosas, objetos, estandartes fue inmensamente larga (evidentemente en el video la edité y la hice muy corta). Esta vez pude disfrutar un poco más de cómo llegaban a sus formaciones circulares, observar los objetos que portaban y en especial del "vestuario" de los altos líderes religiosos dentro de la ceremonia: el vestuario del mayor lider (el Lama Rimpoché) era tan simple como el de cualquier monje, pero no así el de aquellos que participaban abajo en la ceremonia de presentación; ellos, los principales, me recordaban a los actores de tragedias griegas ataviados en enormes trajes y máscaras marcando su diferencia con el mundo terrenal; como esos actores trágicos los monjes de Rongwu usaban una especie de zapatos altos o zancos (algunos de más de 5 centímetros de alto) que sólo había visto en la ópera china, además de una gran cantidad de telas de diferentes colores con "hombreras" para hacerlos más grandes y poderse repartir mejor alrededor del cuerpo; llevaban también, como en personajes de ópera china, aditamentos propios de su jerarquía y simbolismo espiritual (bastones, predicadores, etc), y sombreros especiales.

En la siguiente foto que tomé en el monasterio de Niantog se puede observar un ejemplo de la manera de vestir a la que me refiero arriba. Los monjes de las trompetas calzan pequeños zancos, mientras el principal unos muy estilizados, los tres con un exceso de telas y el principal con una hombrera de un lado.


En las siguientes dos fotos tomadas del video en Rongwu, podemos observar el mismo fenómeno "teatral" del vestuario de los monjes. En la primera foto notamos la diferencia entre el personaje ataviado especialmente para el evento y los otros monjes con el pueblo mismo. En la segunda foto, verdaderamente especial, se muestra al fondo a uno de esos "personajes" saliendo del templo, lo remarcable es que su solo vestuario le da una un peso muy grande, es una salida de personaje épico diría yo. (Todas las fotos las pueden agrandar para verlas mejor haciendo click en ellas)




Los juegos de semejanzas son inevitables, yo sé que no descubro absolutamente nada, el ligue entre religión y evento teatral es más que evidente en la tragedia griega, y el ligue entre evento religioso y evento teatral en las ceremonias tibetanas es reconocido por cualquier antropólogo social e investigador de artes performativas. Digamos que aquí lo experimentaba en vivo y lo disfrutaba pero lo más importante de todo, lo documentaba. Eso me hacía inmensamente feliz.

Una vez que la presentación tuvo lugar y los monjes empezaron a salir de la plaza, como en el día anterior la gente se abalanzó literalmente hacia las puertas del templo. Desde aquella puerta salían monjes que jalaban el lazo envuelto en gasas blancas, y que como un cordón umbilical los ligaba a la carroza del Buda Maitreya. Murmullo y agitación por todas partes; su salida resultó tan descuidada y caótica como la del día anterior, sólo que está vez no fuí acarreado por la multitud y pude observarlos desde un punto más estable.

Una de las imágenes más impactantes fue aparición de la carroza desde el templo principal, enorme para la puerta, al parecer inmensamente pesada e intentando sacarla entre la multitud que se agolpaba para tocarla, aventarle gasas blancas o ayudar a cargarla. Como une pequeña capilla montable, decorada en colores y oro, con su Buda "enjaulado" en ella. El mismo Lama Rimpoché y los monjes de la terraza aventaron sus gasas a la carroza cuando pasaba debajo de ellos. Era la develación del tanka, un momento sumamente religioso, extático tal vez, pero dilatado, un tiempo largo entre la algarabía religiosa y espiritual de todo un pueblo: la gente cantaba, los cornos sonaban, muchos rezaban, aventaban puños de arroz y aquellos papeles de colores con mantras impresos en ellos. Adoro ese canto religioso de las mujeres del pueblo tibetano, el canto que llamo "agudo", un canto que sé que desde ese viaje aparecerá continuamente en mis sueños.

En su camino hacia la salida de la plaza del templo principal la carroza estuvo a punto de caer, no sabíamos si la gente se mofaba o se espantaba por ello, su sorpresa era un tanto extraña, para nuestro códigos culturales; la sombrilla con el hombre que la escoltaba sí cayó y tardó mucho en volver a abrirse atrás ella pero lo logró.

Cuando la procesión pasó por donde yo estaba pude usar el zoom de la cámara y tomar un close-up del Buda Maitreya: quedé sorprendido, yo veía, sumergido en mi cultura cristiana, una virgen católica dentro de su pedestal; ésta vez, debía hacer la trasposición de lugar, de "objeto", era la estatua de un Buda, una estatua dorada con un buda de cara femenina.

La multitud se agolpaba violentamente, no había ya manera de salir de ahí sin ser "movido" también. Una vez afura de la plaza principal, la procesión podía tener lugar en la mayoría de las capillas y templos del monasterio, eso duraría una o dos horas más, aunque el guía nos decía que seguramente sólo darían una vuelta al templo y para evitar más estragos meterían la carroza por detrás.

Había sido demasiado; estaba contento y cansado. Dejé ir la carroza y a la gente que iba tras ella, para mí el evento había terminado cuando salí de la plaza.

Ahora quería descansar, bajar todo ese material a la computadora, tratar de editar algunas fotos, pensar en aquello, y esperar, al día siguiente vendría el evento por el que expresamente había querido ir a Amdo, la danza-teatro Cham.



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