“The Roses of Heliogabalus”
Déjame pintar flores y hombres, un poco de muerte y de gozo.
Quiero también ver mis ojos desnudos, sin colores,
sin pestañas que floten y me envuelvan;
quiero ver hombres corriendo para salvarse, y después... dormir.
Déjame sentir una sonrisa por lo que cuentan de ti,
y ver esas flores que dicen dejas caer del cielo.
Quiero ver a tus pintores y poetas,
quiero escuchar a esos narradores que no saben cantar.
¡Quiero ver pañuelos y rosas!
... millones de rosas que caen.
Déjame ver tus flores, tus hombres y tus historias,
y así inspirarme en la muerte y en el pasado.
Déjame ver tu cuadro pintado en rojos,
y en rosas y en violetas,
entonces lamer tus manos sucias,
entonces lamer tu mente también,
... ¿es posible?
Ya no tengo ojos, no temas,
sólo podré escuchar tus trazos,
sólo sentiré tu aliento al pintar.
Quiero escribir un poco más pero, ¡mis manos se tensan!
Sin ti,
... camino como un lisiado en el pasaje al mundo mítico.
Por eso déjame estar aquí, que no hago daño,
que sólo quiero ver lo que no puedo ver sin ti.
*
Hace algo así como un año llegó al museo de arte moderno de Pekín una exposición de la colección Pérez Simón: "Masterpieces of the 19th Century European Paintings at the Pérez Simón Collection". Era la primera vez que iba a ver con cierta conciencia algunos de los originales de los más famosos cuadros de aquellos artistas denominados pre-rafaelistas y clásicos victorianos. Cuentos, novelas, simples historias y mitos, el cine mismo, las leyendas de la Europa vieja, todo en imágenes se reunía allí para mí. La experiencia de la exposición se convirtió en un festín de figuras, colores y texturas, y quedé pasmado por la belleza y la fineza de los cuadros y de las historias que de ellos se emanaban.
En el transcurso de la exposición recordé algunas palabras que mi maestro escritor, pero también pintor, alguna vez dijo sobre aquellos pintores victorianos: -eran inmensamente famosos en su momento y Oscar Wilde (quien era crítico de arte también) les dedicaba páginas enteras, pero una vez que los impresionistas llegaron fueron todos ellos borrados del mapa-. No sabía qué pensar, adoro a los impresionistas y simplemente no podía hacer comparaciones; lo que veía ahora, en estos olvidados del siglo XX, era absolutamente diferente, yo estaba descubriendo un nuevo mundo, un mundo que me inspiraba a la acción.
Amantes de la historia y del detalle los pintores victorianos de finales de siglo XIX estaban más cerca de la fotografía y del cine a venir que del teatro de la época ( en realidad era a la literatura y al mito desprendido de ella); su épica era ambiental, su acción era de ensueño. En sus pinturas la muerte se expone antes o después, no en el momento decisivo; la masacre no sucede, es el camino que lleva a ella el que vale, es la acción preparatoria a la acción brutal, como si Chejov hubiera querido escribir un poema sobre un escena anterior a su más dramática escena...
Es por eso que lo disfruté tanto, porque siendo un ser escénico seguía percibiendo acción dramática en un insoportablemente bello entorno, en este caso una acción dramática dilatada, sumergida en el silencio, una bellísima acción sutil.
"The Roses of Heliogabalus" se quedó grabada en mi memoria, la he soñado y me he despertado varias mañanas mirándola y buscando escribir teatro gracias a la inspiración que deja en mí; flores que matan a los convidados, la tragedia en un imperio, las pasiones y el desenfreno. Pétalos, gestos suaves, música y bellísimas texturas (1)... Algunas escenas han surgido, pocas aún, no importa, algo completo llegará en su momento.
Por lo pronto un poema quedó ahí y es ahora mi mejor recuerdo y mi mejor manera de compartirlo.
(1) Contrario a muchas otras pinturas en la que la fotografía hace incluso una mejora a los colores o a las dimensiones del cuadro original, en este caso "The Roses of Heliogabalus" es verdaderamente impresionante en su original. Tomemos la fotografía que publico sólo como un simple punto de referencia visual.
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