viernes, 20 de mayo de 2011

En el inicio están los fundadores, la oración y la ofrenda. (Aprendiendo Butoh con Yoshito Ohno)


Los tres maestros del Butoh en un improvisado nicho. Estudio de Danza de Kazuo Ohno. (2011)






Butoh es joven, muy joven; nace en los años 50 del siglo XX y se reconoce concretamente a un sólo fundador, Tatsumi Hijikata. Hijikata descubre en Kazuo Ohno a su compañero de revolución. Kazuo se convierte entonces en el cofundador del nuevo estilo y en palabras de otros también en su contraparte: mientras Hijikata trabajaba lo grotesco, lo oscuro, lo tenso y destructor, Kazuo trabajaba lo luminoso, lo suave, lo amoroso. A través de ellos dos el Butoh adquiere una expansión inusitada y su influencia cubrirá a cientos y cientos de artistas de todos los campos alrededor del mundo. 
La primera cosa que el maestro Yoshito Ohno hizo una vez que nos presentamos fue mostrarme un libro de fotografías de William Klein, "Tokio", en donde aparecen Tatsumi Hijikata, Kazuo Ohno y él mismo en un "happening" en las calles de Tokio (en el área de Shinbashi), en algún momento del año 1960. Parecía con ello querer decirme a mí, extranjero desconocido, que confiara en él, que él estuvo ahí también, que yo habría de estudiar con alguien que había trabajado con los fundadores de esta danza.


Fotografía de William Klein: Kazuo Ohno, Tatsumi Hijikata y Yoshito Ohno. (1960)
Fotoggrafía de William Klein: Kazuo Ohno, Tatsumi Hijikata y Yoshito Ohno. (1960)

Yoshito Ohno ha estado siempre ahí; ha sido desde el principio un observador y un practicante total de la revolución del Butoh en el arte japonés, de su desarrollo y de sus cambios: siendo un adolescente apenas formó parte de varios montajes de y con Hijikata, aprendió de su padre a bailar, vió morir a Hijikata y acompañó en cada montaje a su padre en los últimos 30 años. Siendo parte de su propia mitología, Yoshito Ohno, transmite el Butoh a través del ejemplo de los creadores en el mismo lugar en el que Kazuo Ohno y Tatsumi Hijikata trabajaron durante años, en donde Kazuo Ohno dejó su herencia misma.

Yoshito Ohno bailando en el estudio de su padre Kazuo Ohno. (2011)

Así, toda indicación a trabajar en el taller del maestro Yoshito Ohno tiene como punto de referencia a alguno de los dos maestros fundadores del Butoh; alguno de su movimientos, algunas de sus anécdotas, alguno de sus discursos, algunos de los comentarios de otros sobre su trabajo: si se van a mover las manos, el maestro Ohno habla de las manos de Hijikata cuando éste estaba en escena, de cómo éstas parecían emanar energía de entre los dedos y las palmas; cuando se refirió al uso de los pies en el Butoh, Yoshito sensei nos habló de cómo Hijikata tenía tal fuerza en sus pies que el día que murió, a la media noche, un gorrión entró al cuarto y se posó en ellos durante unos instantes. Tal había sido su magnetismo que los pies ya muertos mantenían una atracción vital total. Si se va a trabajar con la mirada, nos habla de cómo Kazuo evitaba la mirada dirigida hacia el suelo mientras se desplazaba o cómo seducía a los técnicos de un teatro con ejercicios de desplazamiento y miradas que lo hacían ser respetado pro aquellos que no sabían quién era él. Si alguien había hablado de la creación de un cuerpo surreal en Kazuo (y un crítico japonés le llamó así) eso servía para que nosotros buscáramos nuestra propia surrealidad y crearla en nuestro cuerpo. En el inicio están siempre los fundadores del Butoh.
Ellos entonces, los maestros creadores, son nuestro punto de partida y nuestra inspiración. A ellos también ofrecemos nuestro trabajo. 
Y antes de toda ofrenda, aprendemos a orar.
Nunca antes, hasta el primer día de trabajo con el maestro Yoshito Ohno, había escuchado la idea de orar en escena, de una manera tan simple, y sin implicar ninguna religión. Varios maestros occidentales me habían hablado de un espacio sagrado de trabajo, pero parecían burdos intentos de sacralizar algo que nos era ajeno totalmente.

Cuando mi primer ejercicio con el maestro Ohno fue simplemente orar, algo nuevo apareció: en su manera de decirlo (tuve la enorme suerte de que se me tradujera en tiempo real durante esa sesión), en sus tonos, en su mirada, la indicación era diferente; habría que dar el primer paso orando, el primer ejercicio, es decir, el primer movimiento, la primera improvisación de movimiento. 
El primer paso es, siempre, orar. 
Yoshito Ohno nos explicaba que la danza Butoh nació del recuerdo en Hijikata y Kazuo Ohno de las terribles tragedias de la segunda guerra mundial, de su odio y de su dolor; hablaba de cómo Kazuo había sufrido en su travesía de regreso de Filipinas a Japón, de cómo había visto morir a la gente dentro de su barco, y que con ellos rezaba, con esas imágenes, y que también a ellos les ofrecía su movimiento. Entonces preguntaba ¿qué hay en tu rezo?, ¿sobre qué rezas tú?, ¿por quién rezas tú? Así comenzábamos a movernos.
Yoshito Ohno usando la misma música que utilizó su padre en sus talleres. (2011)








Aprendiendo a orar en movimiento. Estudio de Danza de Kazuo Ohno.. (2011)




Cada día la frase inicial de trabajo era "oren" (en inglés para mí, "pray", y en japonés para los otros, inoru 祈る)... Entonces iba hacia donde estaba el sistema de sonido y comenzaba a poner discos, dos, tres, cuatro piezas: el Ave María de Schubert (tan apreciado por Kazuo), Il mio babbino caro (por María Callas), Amazing Grace, o piezas de música budista. Y entonces orábamos, día a día, y cada sesión, y en su repetición nuevas posibilidades de oración estaban en nosotros: oré por aquellos muertos que vió Kazuo, por lo míos propios, oré por la imagen de un Kazuo moribundo, por los pies del cadaver de Hijikata, oré por mi propio pasado... y me moví, como los otros que estaban ahí que también oraban y se movían.



De esa oración surgió la ofrenda, nuestro movimiento como una ofrenda: la historia de esa ofrenda de Kazuo por todos esos muertos era profundamente poderosa, de la misma manera aquella en la que dedicaba sus bailes a su madre, al gran cariño que sentía por ella, donde su rezo se convertía en la sensación de un cordón umbilical sobre la escena que era en realidad una enorme matriz.
Esa ofrenda era una petición, petición a nuestras fuerzas, petición al espacio, contacto con él, todos nuestros sentidos en él, con las cuatro esquinas, los cuatro lados, con el suelo, con el cielo.
Nuestro movimiento no debía ser externo, el rezo y la ofrenda debían ser internas: “Nadie sabe cómo debes tú rezar y ofrecerte, sólo tú, encuentra tu rezo, encuentra tu camino de ofrecimiento moviéndote”. Es una continua exploración.


Eso fue hace ya más de un mes, y hoy por hoy, de regreso en casa, sigo haciéndolo, explorando; cada día me despierto para moverme y orar con el impulso de aquellas sesiones de búsqueda en Yokohama,... ¿Por qué? No lo puedo asegurar del todo; creo que ahora simplemente lo necesito.






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