La espiral es el movimiento de la vida y el universo, la espiral es un giro continuo de aquello que rige la vida, y nosotros, buscadores de las fuentes, los orígenes y la verdad de la vida hemos creado caminos para imitarla y para exponerla. La imitación de esos giros nos han llevado a estados alterados de nuestra percepción, hemos convertido ese movimiento en mística, unos cuantos, muy pocos en arte escénico como tal. Ziya Azazi es un bailarín que usa la danza giratoria de sus ancestros derviches turcos como un medio de su expresión artística y crea coreografías con esa técnica; yo he querido aprender de él.
Ziya Azazi durante el talle de danza giratoria en Toronto (2011-02-19) |
Ziya Azazi fue invitado a participar en el Festival Internacional de Danza CanAsiático (CanAsian International Dance Festival) organizado por la bailarina de danza butoh Denise Fujiwara en Toronto, Canadá. Toronto se ha convertido, debido a su especial condición de ciudad de inmigrantes, en un cruce de caminos entre Oriente y Occidente, este festival es sólo uno de tantos dedicados al encuentro de culturas en esta ciudad; pero lo que creo es más interesante del CanAsian, no por más organizado por una bailarina de danza butoh, es que los participantes se dedican a trabajar técnicas llenas de tradición pero con respuestas actuales a sus necesidades de expresión.
El taller es llamado en inglés “Body economy and awarness through whirling instruction and concept” (Economía del cuerpo y sensibilización a través de la instrucción y conceptología del girar) y durará sólo dos sesiones, cada una de 4 horas.
Hoy fue la primera de esas dos sesiones y estoy completamente revolucionado, en mi mente y en mi cuerpo. Pareciera que he descubierto algo nuevo en mí: lo menos, es que no sabía que yo tenía la capacidad de girar en un eje durante varios minutos, a diferentes velocidades, y sin caer exhausto o debido a la falta de equilibrio; pero lo más, es que he descubierto que mi mente y mi cuerpo pueden dialogar durante un movimiento extracotidiano, repetitivo, sin caer en conflicto entre ellos, y que puedo perder el miedo, estar atento y ante todo disfrutar girando al ritmo que me marca la música.
Ziya es una persona amable y accesible, emana un enorme gusto por su trabajo, y hace todo lo posible en darse a comprender en un idioma que no es ni su materno (el turco) ni en el que trabaja en Austria (el alemán), así que por ese lado no hay problemas.
El grupo es tranquilo, abierto, todos ligados de una u otra manera al arte pero muy pocos directamente con la danza contemporánea; yo soy el único actor.
El espacio de trabajo dejó mucho que desear, era frío y ruidoso (Toronto actualmente está a -15 grados y una mala calefacción puede ser verdaderamente molesta), y se ha decidido cambiarlo para la sesión de mañana a otro estudio en otra parte de la ciudad; pero por este primer día se trabajó en él y se superaron las inconveniencias mucho debido a la grata experiencia de trabajar con Azazi.
Nuestra primera sesión tuvo una simple estructura, 3 fases (o niveles) ligados entre sí y que nos preparan mental y físicamente para el girar: estiramientos, desplazamientos con giros y el girar propiamente dicho.
Ziya dedicó mucho tiempo a exponer las bases del trabajo, o ‘reglas’ como él le llamó. Un continuo recordatorio sobre el enfrentar nuestras limitaciones con paciencia pero con claridad, dedicando especial atención a mantener la postura de la columna vertebral, una respiración fluida y definir los límites sea de un estiramiento, de un desplazamiento o de un giro, grabar ese límite como punto de referencia y buscar superarlo para la siguiente ocasión que se aborde. Nunca, si podría decirlo así, se abordó el trabajo como un trabajo de creación, si no de liberación, y en un punto de vista totalmente técnico.
Los estiramientos me resultaron de maravilla, porque de verdad los necesitaba. Un detalle que me pareció curioso e interesante fue la explicación por parte de Ziya que el concepto de estiramiento es una expansión y no sólo una extensión, pero teniendo la conciencia de que así como hay músculos que se estiran hay otros que se contraen; él usó una metáfora sexual: hablaba de músculo femenino, de músculo masculino y de penetración; yo simplemente recordé ciertas indicaciones sobre estiramientos en el trabajo del taijiquan, como unos músculos inhalan y otros que exhalan, como unos que son yin (femeninos) y unos que son yang (masculinos) y que se complementan en el movimiento.
Sin mayores pretensiones, los ejercicios de estiramiento se dieron como una serie de posiciones-ejercicios que, através de la dirección del guía y ‘el girarlos’, se convertían en una nueva experiencia: uno por ejemplo, sentado, estiraba las piernas y el tronco buscando sus limites, respirando y teniendo control de la columna vertebral, manteniéndola erguida o derecha; en algún momento ese estiramiento adquiría movimiento y se comenzaba a girar, entonces se inclinaba el cuerpo hacia la derecha y hacia la izquierda como en un inicial balanceo, pero al expandir el movimiento caía el cuerpo y debía de seguir el giro, manteniendo la expansión de los músculos; así lo fue con cada postura-ejercicio. El estiramiento fue el que más tiempo utilizó de los 3 niveles de la sesión, usando junto con la teoría inicial algo así como dos horas.
Después vinieron los desplazamientos en espiral, primero desde el suelo y después en diferentes niveles hasta llegar a desplazarnos erguidos. No había una orden inicial de ‘seguir la música’, aunque parecía inevitable (la música sufi, del kechac balinés o de la danza tibetana es muy poderosa para marcar el movimiento), y en algún momento Ziya la asumía y nos pedía escucharla y encontrar, más que el ritmo, la velocidad. No habría que temerle al desplazamiento en giros o en espiral y sí adquirir la velocidad que marcaba la música.
Esta fue la primera vez en la sesión que sentí una especie de lucha dentro de mí: había un gusto por girar y desplazarme expandiendo mi cuerpo, pero había también un miedo de caer y de marearme, porque en un momento sentí perder el equilibrio y creí en la posibilidad de no estar en control de mi movimiento y golpear a alguna de las compañeras; pero nada pasó, apenas si mi mano chocó con otro cuerpo y nunca caí; pero fui consciente de ese miedo. Durante los comentarios Ziya simplemente aseguró, sin preguntarme si golpee a alguien o no (era obvio que yo no había caído o vomitado), que nada terrible podía haber pasado porque yo estaba siguiendo las reglas, porque la regla no era olvidarse y dejarse ir, si no que era expansión y control, así que el miedo desaparecería cuando descubres que no hay ningún problema en realidad.
En la preparación para la tercera y última parte, el girar en un eje, y ante las preguntas insistentes de los demás, volvió a abordar los puntos del miedo a la caída y al mareo, y fue más enfático -”¿Qué más puede pasar que precisamente te caigas o que vomites? Si caes, trata de bajar la velocidad y usa los ejercicios de la espiral para llegar al suelo, si vomitas, limpiamos. ¡No es para tanto!”-
La mayoría de las indicaciones para la tercera parte fueron preparaciones mentales para la sensación a venir durante ‘el girar’. Técnicamente habría que recordar el mantener erguida la columna y nunca perder de vista que ése es nuestro eje (hizo alusión a la imagen de un shawarma que, como la carne al pastor en México, tiene un centro metálico que nunca pierde y gira literalemente adherida a ese centro), mantener la respiración fluída pero consciente, y que la mirada no se detenga en ningun punto si no que se vaya con el movimiento. Habló por primera vez del diálogo entre el ‘jefe’ (el cerebro o la razón) y el cuerpo girando, y como si nosotros fuéramos en realidad el cuerpo, habríamos en todo momento de calmar al ‘jefe’ para decirle “no pierdes el equilibrio, la columna la tengo derecha” o “no hay mareo, todo va bien, tengo todo bajo control aquí”.
La experiencia del girar (whirling en inglés) con la música es verdaderamente inexplicable, porque ante todo, produce una sensación totalmente diferente, que ni es parecida a un juego mecánico ni es parecida a un mareo por un juego centrifugo entre niños: la gran diferencia está en la consciencia del movimiento y en el vacio que provoca para poder hacer “algo’ en ese momento o tal vez no hacer nada (en una experiencia mística por ejemplo).
El ver que no caía, ni me fatigaba, y que, gracias a ese control de la columna y la respiración, superaba el desequilibrio, los cambios de postura de la cabeza, de brazos y la velocidad de mi giro, y que incluso en algún momento pude mantener una conversación con Zayi, me resultó verdaderamente sorprendente y único.
Zayi se acercó mientras yo giraba y me dió instruccciones, me ayudó (o empujó los brazos) para adquirir velocidad e incluso llegó a tomar mi cadera que giraba como todo mi cuerpo y la movió en el mismo sentido del mis giros para darle mayor fuerza; como me desplazaba un tanto, es decir no manenía el eje perfectamente, me ordenó no dar los pasos hacia el exterior sino encontrados y así logré mayor mi control de mi eje (el pincho del Shawarma).
Cuando descubrí que giraba a gran velocidad y que atendía mi cuerpo, pero que había una especie de espacio para llenar sentí una extraña alegría, como un vacío controlado.
¿Qué puedo hacer creativamente con esta experiencia? En este momento no tengo la menor idea, estoy aún envuelto en la experiencia física y mental de ello. Desde que volví a casa he revisado una y otra vez videos con Ziya Azazi bailando en sus coreografías así como de sufis danzando en sentido místico... y no lo sé aún; la experiencia individual es muy poderosa. Sólo una vez, en Estambúl hace 6 años, he tenido la oportunidad de ver una danza derviche en vivo y a Azazi lo veré hasta este miércoles, de los videos no puedo descubrir mucho aún sobre el aspecto artístico del girar.
Tal vez el secreto del uso creativo del girar en un eje, está en ese vacío que se dió en algún momento durante mi ‘whirling’, ese vacío que partía del control de un movimiento y de la libertad que me ofrecía el haber calmado la razón y los miedos.
Ziya Azazi bailando en Austria (Foto de internet) |
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