Sentado te vemos, con los pies en alto, esperamos algo de ti y no sabemos qué.
Tú has permanecido ahí, tal vez horas, doliéndote y gritando a veces.
Tus manos aprietan tu hígado y tu cara es presa de insufrible dolor.
Tú hablas con Dios; tienes una conversación con él pero sólo te escuchamos a ti.
Le pides que te deje continuar tu misión, le gritas que necesitas tiempo para estar en paz.
¿Cuál misión, papá? ¿Qué misión te encomendó Dios?
Tienes tus espectadores, lo sabes, es tu teatro, somos tu hijos;
es tu escena de muerte otra vez.
En unos días te operarán porque tienes piedras atoradas dentro de ti.
Una pizca de verdad en tu siempre inventada danza de morir.
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