miércoles, 23 de febrero de 2011

Taller de Danza Butoh con Jocelyne Montpetit: Segunda sesión


Tatsumi Hijikata

                                                                                
En las historias de ayer Jocelyne llegó al Butoh y conoció a los maestros, supimos que vió morir a los dos y bailó con ellos; supimos que Ohno se sentía culpable por estar vivo debido a que, en su juventud, vió morir decenas de personas durante su travesía de regreso a Japón. Hoy el maestro Ohno calló, Jocelyne habló primordialmente a través de Hijikata, y ella y él, juntos, nos transmitieron sus imágenes de anormalidad y rareza, nos dieron las onomatopeyas y el uso de los pies como un apoyo a la imagen interior. Y bailamos siendo flores, y también siendo adolescentes anormales que gozan más con una planta que con los otros seres humanos que están a su alrededor.

Yo bailé con algunos de mis fantasmas, lloré por ellos y me sentí avergonzado por “sentir”. 

El entrenamiento (¿calentamiento?) básico se repitó: postura básica y movimiento de huesos y articulaciones.

Jocelyne comenta: -“no te mueves tú, deja que el movimiento sea”-

Los desplazamientos con movimiento de los huesos se repitieron pero agregamos cambios de velocidad y fuerza. Nos desplazamos en línea recta sintiendo un “jalón” suave hacia el cielo y posteriormente un “jalón” suave hacia la tierra, y hoy no sólo nos repartimos en dos grupos y nos desplazamos por separado, ahora como en una coreografía los grupos se encontraron, se cruzaron, y giraron para encontrarse nuevamente. Una demostración de la habilidad y facilidad con la que surgen imágenes y movimientos para un trabajo serio. Un grupo de 20 bailarines, concentados totalmente en su trabajo con un movimiento básico y concreto y con una dirección idónea, hacen maravillas.

Volvimos a tener cola, sin importar si éramos animales o no; debíamos atender el empuje de la cadera y jugamos a desplazarnos una vez más, lateralmente, pero ahora nos sentamos, nos levantamos y seguimos caminando; pudimos mirar a los otros y al público mientras caminábamos.

Jocelyne habló del aprender a ver al otro, de lo importante que es saber ver el trabajo de los compañeros para discernir y no para juzgar.

Los pies

Entonces vino el capítulo de los pies: uno de los significados del Butoh, según Jocelyne, es estar anclado con los pies a la tierra. Hijikata poseía imágenes en sus pies. Suzuki, maestro y teórico japonés, creó una técnica para los pies del artista. -”Un buen actor se ve en su manera de usar sus pies”- decía Suzuki. Jocelyne nos cuenta vió una impresionante demostración de trabajo de la técnica de pies de Suzuki en una montaña del Japón, con un grupo de actores que explotaban de energía golpeando el suelo con sus pies desnudos... 

Caminamos entonces sobre cerámica, sobre polvo, sobre vidrios rotos, sobre choques eléctricos: la imagen de los pies debía dirigir el impulso al cuerpo. Se interrumpió el trabajo, y por primera vez y directamente nos habló de no actuar, simuló el reaccionar ‘como si’ sintiéramos; debíamos sentir con todos nuestros pies, con los dos. El ejercicio pasaba por todas los tipos de suelo mencionados y saltaba de uno  a otro, haciendo combinaciones y cambiando el patrón lineal de su primera estructura: de cerámica a polvo, de polvo a choques eléctrico, de choques eléctricos a cerámica, de cerámica a vidrios rotos, etcétera. Después el cuerpo entero se desplazaba sobre le suelo, sintiendo los diferentes tipos de materiales también. 

Una vez más Jocelyne nos separó en dos grupos y pidió que observáramos a los otros, retomó la idea del aprender a ver:

-”Hace tres años en Montréal, fui comisionada para hacer el casting para un maestro de baile; el joven, de origen africano, llegó a la prueba en ropa común, lleno de collares y colores por todas partes. Le pregunté si no iba a vestirse con ropa más adecuada y tranquilamente me contestó que así estaba a gusto. Comenzamos la prueba y, después de mencionar que la danza pertenecía a una tribu de tal y cual parte, bailó. Uno de los momentos más impresionantes que he vivido, porque él bailaba como si fuera una pantera, lleno de fuerza y energía, y totalmente diferente a aquello que yo hubiera visto hasta entonces. Terminó su primer baile, mencionó otra tribu y el tipo de danza y volvió a bailar; así varias veces. Al final le pregunté en cómo es que había aprendido tanto, y me contestó, “Aprendí danza sentado”. Siendo hijo de una bailarina del ballet tradicional de su país, desde niño pudo ver todos y cada uno de los bailes y así los aprendió. Su ingénua respuesta, (porque se necesitó mover en algún momento para terminar de aprender las danzas) me parece un buen ejemplo para dar a entender la idea del saber ver y aprender del ver”-

 La Flor

El ‘diente de león’ es una flor muy conocida por su extraña condición de expansión, por su forma y su textura. Jocelyne cuenta cómo Hijikata gustaba trabajar con flores, él tenía su propio grupo de imágenes de flores, y cómo cuando trabajaba con alguna con las condiciones del diente de león hacía uso de la onomatopeyas para describir el trabajo a realizar, así que con un “¡flop!” o un ¡Fuuuuh!” podríamos descubrir un momento preciso de acción con la imagen. En la siguiente improvisación seríamos una flor ‘diente de león’, usando la experiencia de nuestra primera metamorfosis (con el nido de aves), las onomatopeyas, además de la experiencia con los pies: la flor, el diente de león, entraría a nosotros, nos llenaría primero entrando por un pie, recorriendo todo nuestro cuerpo hasta llegar al otro pie, entonces subiría desde ese pie y recorrería nuevamente todo el cuerpo. Seríamos la flor misma.

La música nuevamente ejercía un poder impresionante sobre las condiciones de nuestra imagen: una vez en nosotros, y siendo la flor empezamos a vivir con el tiempo, el clima y la naturaleza de su alrededor; también comenzamos a desplazarnos, sí, nuestra flor se desplazaba y se interrelacionaba con las otras flores. Nunca fuimos humanos, o caricaturas animadas... éramos ‘la flor’: un día claro, la flor plena, cae la lluvia, caída de la flor, se encuentra en medio del lodo, la lluvia cesa, aparecen los rayos del sol, el lodo se seca, surge un arcoiris, la flor se levanta, la flor en el atardecer, en la noche, en la oscuridad, somos ahora oscuridad, la oscuridad se desplaza, la oscuridad va al suelo, el suelo es de polvo, la oscuridad juega con el polvo, somos polvo. La improvisación acaba con el silencio, sin música; siempre, para terminar, Jocelyne toca unas claves de madera y da las gracias.

No hay comentarios, sólo ella nos prepara para el próximo ejercicio.

La mujer enferma de Hijikata y la historia de Jocelyne

Jocelyne acerca una silla, pide discupas por traerla diciendo que se usará en la siguiente improvisación y se sienta en ella, entonces comienza a contar otra historia:

-“Acabo de terminar, hace tres semanas, un nuevo espectáculo, basado en palabras de Hijikata. Hijikata escribió su último libro sobre sus procesos y las imágenes con las que trabajaba, aún no traducido a otro idioma; en él habla continuamente de una mujer, de la que nunca dice su nombre; algunos dicen que es su hermana, el asunto es que era una mujer enferma, y en medio de una racha da hambruna terrible. Hijikata siempre trató temas de anormalidad, de enfermedad mental, no le gustaba nada que tuviera que ver con la normalidad. Yo no conozco a esta mujer pero sí las palabras de Hijikata, así que busqué mis propias imágenes. En un viaje a Siracusa encontré una familia que comía al aire libre, una niña, adolescente tal vez, con alguna enfermedad, estaba con ellos pero se encontraba aislada de su familia, tenía su propio mundo; entonces comenzó a entrar en contacto con una planta que estaba a su lado, a tocarla, a sentirla, reaccionando con movimientos y sonidos, a veces como un canto; esos movimientos se convirtieron en una danza; la niña era danzando con la planta, y fue así durante mucho tiempo, ¡tal vez una hora o más! ... Tomen una silla, siéntense en ella, sean adolescentes, y dancen con la planta.”

La improvisación, después de todos los ejercicios que nos habían preparado (postura, respiración desplazamientos, pies, uso de imágenes, onomatopeyas, metamorfosis, atmósfera por la música) fue de una fuerza e impresión en mí difícil de relatar.

Nunca tuve duda en la posibilidad de ser ese adolescente, pero durante el ejercicio surgió una mezcla de imágenes personales que influyeron enormemente en mi emoción: en mi personal experiencia he tenido contacto con dos personas con problemas de anormalidad (una con síndrome de Down y otra con problemas neuro-fisiológicos), y he vivido espacios de mi vida con ellos, momentos intensos, y en algunas ocasiones compartido dolores y pérdidas; su inclusión en la improvisación fue inevitable. La metamorfosis no fue en un adolescente enfermo, fue en tres, y aún más sumándose mi yo como un observador con lástima y dolor por lo que esos adolescentes vivían; mi danza se partió en dos siendo el adolescente enfermo que disfrutaba su contacto con la planta y el hombre que veía adolorido la experiencia de aquellos que  ha conocido. No quería llorar porque ese adolescente disfrutaba, pero había llanto, y lo dejé correr.

Al terminar la improvisación nadie comentó su experiencia, todos quedamos silenciosos, Jocelyne sonreía, esperó un rato y dió por terminada la sesión. Yo, por mi parte, me sentía avergonzado por haber llorado, por exponer sentimientos que podían ser juzgados como “emotividad” o como ‘actuación”... Me reconforta que Jocelyne no comentó o no criticó ni mi trabajo ni el de los demás, así me da espacio para mi propia exploración.

Yo había leído cómo Ohno y Hijikata trabajaban contando primero sus impresiones e historias personales y después improvisando sobre eso, y recuerdo que Eugenio Barba hacía lo mismo años atrás contando sueños y experiencias de su infancia para las improvisaciones de sus actores en el Odin teatret, pero ésta ha sido mi primera experiencia en ese sentido y la encuentro verdaderamente rica en posibilidades creativas. 

El Butoh no es más para mí un arte japonés, de otra cultura, es la búsqueda de una pureza en el movimiento de nuestro ser, en él, en nuestro ser, está su fuente, en nuestro cuerpo está su medio para ser. Hoy que bailé con algunos de mis fantasmas lo aprendí.


Jocelyne Montpetit (Toronto, 2011)
Al final de la sesión con Jocelyne Montpetit (Toronto, 2011


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