Robert Lepage ha sido una de las figuras canadienses que más he seguido durante mi estadía (ya de 3 años) en Toronto. Cada año presenta al menos una puesta en escena en la ciudad, pero también he buscado su trabajo en su ciudad base, Québec.
Con el paso del tiempo y a través de ver sus puestas en escena, escuchar conferencias sobre él y de alguna manera estudiar su trabajo, su imagen ha puesto pies en la tierra dentro de mi percepeción; así ya no existe en mi cabeza los calificativos que se gasta la prensa y critica canadiense sobre él como "genio y visionario", y he podido ubicarlo como un director teatral que sabe muy bien contar historias escénicamente y que aprovecha enormemente la tecnología aplicada al teatro; un artista exitoso económicamente y seguro de su continua y personal exploración (que mucho tiene de caótica o, en todo caso, llevada por la misma corriente de sus propios éxitos).
He visto de él grandes momentos de puesta en escena, y otros no muy afortunados, casi nunca estoy satisfecho con el trabajo actoral y siempre me sorprende el enorme cariño del público canadiense a su trabajo, y los precios que pagan por ver sus montajes.
Su último montaje, motivo de esta entrevista y que fue también presentado en el festival Luminato de Toronto 2012, Playing Cards 1: Spades (Jugando cartas 1: Espadas), es parte de una planeada tetralogía con estudiantes (al menos eso entendí) de la universidad de California en los Estados Unidos.
Tuve la oportunidad de ver Spades una noche antes de la entrevista, en su estreno, así que iba lleno de preguntas en mi cabeza sobre los porqués de la creación de esta puesta en escena. La entrevista misma, dirigida por la investigadora Renate Klett, en uno de los bellos escenarios de la Canadian Stage Company en Toronto, no profundizó en absoluto en el trabajo creativo de Lepage y se dedicó más que otra cosa a ser una especie de reporte publicitario, al estilo de una reseña de televisión que incluye entrevista con el creador, donde el director habló todo le tiempo de cómo se dió la creación del montaje y cómo logró ciertos efectos y curiosidades sobre el trabajo con los actores. Evidentemente informativa pero no crítica en absoluto, la entrevista me resultó aburrida e incluso empalagosa, con calificativos de positividad al trabajo de Lepage, que no esperaba de una investigadora seria. Al final pensé, malosamente lo acepto, que si parte de su trabajo (incluyendo pagos y viajes por el mundo) depende de la cercanía con un personaje importante sería un verdadero suicidio profesional el criticar abiertamente y en público a su entrevistado.
Mi necesidad de ver y escuchar una entrevista crítica se debía mucho más a que el montaje me dió la sensación de estar en un estado muy alto de inmadurez (que de alguna manera aceptó Lepage por sí solo), no característico de todo aquello que ya había visto de este director.
Mi necesidad de ver y escuchar una entrevista crítica se debía mucho más a que el montaje me dió la sensación de estar en un estado muy alto de inmadurez (que de alguna manera aceptó Lepage por sí solo), no característico de todo aquello que ya había visto de este director.
La obra me pareció, como espectador, distante y fría, con una especie de ingénua concepción de la vida de los inmigrantes y de la mentalidad norteamericana. Todo sucediendo en un escenario circular con docenas de efectos que se convertían más en un problema para los actores que en una solución para contar una historia.
En el camino que me ha llevado por el mundo a ver grandes puestas en escena, algunas con maravillosos efectos tecnológicos y algunas sin ellos (o en todo caso con los efectos de un gran entrenamiento actoral), la obra total de Lepage no me resulta profunda ni esclarecedora, sino lo veo ahora solamente como un reporte más del buen espectáculo teatral que ha sabido llegar al éxito económico con respetabilidad.
Otra cosa fue mi experiencia con Einstein On The Beach, donde uno se sabe estar frente a una enorme obra maestra en todos los sentidos. Pero eso será motivo de otra entrada del Blog.
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