He retardado tu muerte pero hoy estoy dispuesto a asumirla y escribir sobre ella.
No hubo última vez para mí:
Tu rastro se pierde y el dolor de una llamada no altera mi odio por ti.
Dicen que has muerto en tu cama, de aquello que tanto pediste,
de aquello que tanto ensayaste: "Le père au coeur" se dibujó en mí.
Te fuiste cuando ya eras ido,
ya de mi corazón perdido.
No hubo dolor para mí.
Moribundo, te pensé en tu cama,
mirando al cielo, respirando agitado,
y pensando, "¿estaré jugando otra vez?"
Tus labios resecos, tu frente sudando frío, tu mano "au coeur" en signo de dolor.
Tal vez un latido extra o un ritmo excesivo alertó a tu verdad;
entonces seguro te llegó el miedo, y ya no supiste pararlo,
te perdiste en tu juego bárbaro de ensayos,
y él solo, se detuvo solo, sin ti para ayudarlo.
Llamadas distantes anunciaron que ya por fin eras ido.
Unos hermanos lloraron, mientras otros preferimos callarlo.
No supe si Dios conversó contigo otra vez.
Yo,… no lo creo.
Esas siempre fueron mentiras, tonterías tuyas,
despojos de una falta total de aventura en tu vivir.
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