Hans Christian Andersen |
Henrik Ibsen |
En la biografía de Ibsen escrita por Michael Meyer, Meyer reconstruye el curioso encuentro que tuvieron en Londres dos gigantes de la literatura, Henrik Ibsen y Hans Christian Andersen. El texto completo* es una curiosidad y describe a la perfección, en una situación real, estas dos personalidades extremas, un Andersen aniñado y frívolo y un Ibsen razonable y seguro de sí, pero además el texto plagado de pequeñas anécdotas de lo más simpáticas alrededor de aquél encuentro, se convierte en un ejemplo del sumo placer que puede uno tener al leer historia del teatro (y del arte en general):
"Hans Andersen estaba dispuesto a encontrarse con el nuevo dramaturgo, ya que al parecer había olvidado su breve encuentro en 1852. El 11 de agosto (1870) anotó en su diario: "Fru Melchor me dijo que el poeta Ibsen iría a cenar hoy con Carl Bloch, y expresé mi sorpresa por no haber sido invitado. Me puso de mal humor el pensar sobre la poca atención que B. me había prestado." "Yo no estuve allí ", escribió el día siguiente a Henriette Collin, "pero me hubiera gustado haber sido invitado, y ver por fin a este poeta noruego al que no le gusta lo noruego." Una semana más tarde vió cumplido su deseo cuando Moritz Melchior Gerson, un político en cuya casa del siglo XVIII con vistas al Sound, en donde, mediante un acuerdo generoso y en un conjunto permanente de tres o cuatro habitaciones, Andersen vivía, dio una fiesta para los dos escritores. Andersen trató de prepararse para el encuentro haciendo un poco de tarea, y el resultado lo deprimió. "Leí Peer Gynt", anotó en su diario del 18 de agosto, "que está escrito por un poeta loco. Uno se vuelve loco sólo leyendo este libro. La poesía tampoco es buena, hay algo enfermo y angustiado en todo esto. Lamento haberlo leído, Ibsen viene esta noche aquí por primera vez. Nunca lo he visto, dicen que es taciturno y sombrío", pero la ocasión pasa inesperadamente bien; el diario continúa: "Después de la cena llegó con Bloch, y me causó una buena impresión ... Habló bien y fue muy amable.. A todos nos gustó."
El diario de Andersen nos oculta cómo la noche estuvo a punto de ser un desastre. Según John Paulsen, quien obtuvo la historia de parte del mismo Ibsen:
"Muchos de los personajes más notables de la ciudad se encontraban entre los invitados Todo el mundo había llegado y estaba listo para sentarse, pero Andersen no bajaba de su habitación. Un cuarto de hora pasó, media hora; una inquietud nerviosa se apoderó de los anfitriones, y no parecían muy contentos. Mensaje tras mensaje fue enviado, pero no aparecía. La anfitriona tranquilamente subió, pero volvió con una expresión de más preocupación que antes de subir. Andersen no bajaría. Nadie decía nada a los invitados de honor, pero Ibsen presentía lo que estaba ocurriendo. A Andersen no le gustaba estar con gente de cuyas simpatía no estaba seguro; cuando la gente mencionaba autores extraños él ingenuamente preguntaba: "¿El me admira?" La situación se volvía cada vez más penosa. Eran ya 45 minutos pasada la hora señalada para la cena. Los anfitriones se encontraban totalmente perdidos sin saber qupé hacer. ¿ Se sentarían todos a cenar sin Andersen?
Entonces Ibsen salvó la situación. Tomó a su anfitrión y se lo llevó hacia un lado y pidió permiso para ir a la habitación de Andersen y hablar con él. El anfitrión asintió con la cabeza y le mostró el camino. Un minuto después, con la alegre sorpresa de estar en compañía, los dos grandes escritores entraron a la sala uno al brazo del otro; Andersen, evidentemente emocionado, sonriendo hasta las lágrimas. Era como un niño pequeño al que le habían dado por su lado.
"¿Pero qué pasó entre usted y Andersen en esa habitación?" Le pregunté a Ibsen. Ibsen sonrió ante el recuerdo: "Le abracé y le dije un cumplido. El se sintió conmovido, cuando me devolvió el abrazo me preguntó, "¿Entonces, realmente le gusto?" Ibsen añadió: "Fue una de las noches más agradables que he tenido. Andersen puede ser tan amable y entretenido como pocos otros hombres cuando él lo quiere ser."
Andersen se mostró encantado con su nuevo amigo. Más tarde le escribió a un amigo que había encontrado Ibsen "muy amable, modesto y agradable. Él me gusta mucho, pero su Peer Gynt nada de nada".
"Hans Andersen estaba dispuesto a encontrarse con el nuevo dramaturgo, ya que al parecer había olvidado su breve encuentro en 1852. El 11 de agosto (1870) anotó en su diario: "Fru Melchor me dijo que el poeta Ibsen iría a cenar hoy con Carl Bloch, y expresé mi sorpresa por no haber sido invitado. Me puso de mal humor el pensar sobre la poca atención que B. me había prestado." "Yo no estuve allí ", escribió el día siguiente a Henriette Collin, "pero me hubiera gustado haber sido invitado, y ver por fin a este poeta noruego al que no le gusta lo noruego." Una semana más tarde vió cumplido su deseo cuando Moritz Melchior Gerson, un político en cuya casa del siglo XVIII con vistas al Sound, en donde, mediante un acuerdo generoso y en un conjunto permanente de tres o cuatro habitaciones, Andersen vivía, dio una fiesta para los dos escritores. Andersen trató de prepararse para el encuentro haciendo un poco de tarea, y el resultado lo deprimió. "Leí Peer Gynt", anotó en su diario del 18 de agosto, "que está escrito por un poeta loco. Uno se vuelve loco sólo leyendo este libro. La poesía tampoco es buena, hay algo enfermo y angustiado en todo esto. Lamento haberlo leído, Ibsen viene esta noche aquí por primera vez. Nunca lo he visto, dicen que es taciturno y sombrío", pero la ocasión pasa inesperadamente bien; el diario continúa: "Después de la cena llegó con Bloch, y me causó una buena impresión ... Habló bien y fue muy amable.. A todos nos gustó."
El diario de Andersen nos oculta cómo la noche estuvo a punto de ser un desastre. Según John Paulsen, quien obtuvo la historia de parte del mismo Ibsen:
"Muchos de los personajes más notables de la ciudad se encontraban entre los invitados Todo el mundo había llegado y estaba listo para sentarse, pero Andersen no bajaba de su habitación. Un cuarto de hora pasó, media hora; una inquietud nerviosa se apoderó de los anfitriones, y no parecían muy contentos. Mensaje tras mensaje fue enviado, pero no aparecía. La anfitriona tranquilamente subió, pero volvió con una expresión de más preocupación que antes de subir. Andersen no bajaría. Nadie decía nada a los invitados de honor, pero Ibsen presentía lo que estaba ocurriendo. A Andersen no le gustaba estar con gente de cuyas simpatía no estaba seguro; cuando la gente mencionaba autores extraños él ingenuamente preguntaba: "¿El me admira?" La situación se volvía cada vez más penosa. Eran ya 45 minutos pasada la hora señalada para la cena. Los anfitriones se encontraban totalmente perdidos sin saber qupé hacer. ¿ Se sentarían todos a cenar sin Andersen?
Entonces Ibsen salvó la situación. Tomó a su anfitrión y se lo llevó hacia un lado y pidió permiso para ir a la habitación de Andersen y hablar con él. El anfitrión asintió con la cabeza y le mostró el camino. Un minuto después, con la alegre sorpresa de estar en compañía, los dos grandes escritores entraron a la sala uno al brazo del otro; Andersen, evidentemente emocionado, sonriendo hasta las lágrimas. Era como un niño pequeño al que le habían dado por su lado.
"¿Pero qué pasó entre usted y Andersen en esa habitación?" Le pregunté a Ibsen. Ibsen sonrió ante el recuerdo: "Le abracé y le dije un cumplido. El se sintió conmovido, cuando me devolvió el abrazo me preguntó, "¿Entonces, realmente le gusto?" Ibsen añadió: "Fue una de las noches más agradables que he tenido. Andersen puede ser tan amable y entretenido como pocos otros hombres cuando él lo quiere ser."
Andersen se mostró encantado con su nuevo amigo. Más tarde le escribió a un amigo que había encontrado Ibsen "muy amable, modesto y agradable. Él me gusta mucho, pero su Peer Gynt nada de nada".
*En inglés en el original. Traducción del autor del Blog. Biografía de Henrik Ibsen. Michael Meyer. Página 323.
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